NADIE le puede discutir a Chiclana que es el buque insignia del turismo de playas en las costas de Cádiz. Esta provincia vivía en el retraso turístico, comparada con otras (como Málaga o Alicante, además de las islas Canarias y Baleares), hasta que comenzó la implantación de hoteles de lujo en la prolongación de la Barrosa, hacia la urbanización del Novo Sancti Petri y la Loma del Puerco. Por cierto, gracias a cadenas hoteleras de origen mallorquín. Una vez más, nuestros empresarios estaban despistados con otros proyectos. No ocurrió como en la Costa del Sol malagueña, donde se aprovechó mejor ese boom. Con el tiempo, Chiclana se ha afianzado. Este año ha conseguido un gran éxito, al tener 15 hoteles de cinco estrellas y de cuatro estrellas (o sea, de lujo) con el 95,86% de ocupación en  agosto.

Las marcas de Chiclana se consiguen sin que utilicen demasiado la marca Chiclana. Por el contrario, su costa, como toda la existente desde Sotogrande a Sanlúcar, es conocida como la costa de Cádiz. Tampoco funciona ya la marca de la Costa de la Luz, que englobaba a las de Cádiz y Huelva. Hoy la Costa de la Luz nos suena a algo muy anticuado, que no reporta ninguna ventaja para el marketing. Tampoco lo aporta la diferenciación ni la exclusividad localista, que disminuye las posibilidades. Quienes viajan a Chiclana también llegan a Cádiz (aunque en el aeropuerto siguen sin enterarse), y eso significa que se pueden beneficiar de la oferta cultural, gastronómica y de ocio existente en los demás municipios del entorno. Incluida la capital y toda la Bahía.

Uno de los principios del éxito de Chiclana es que ha esquivado los localismos catetos, le ha dado calidad a su oferta, y ha corregido sus puntos débiles. Entre lo destacable está el Concert Music Festival Sancti Petri, que se ha convertido en referente para el ocio de la Bahía. También ha mejorado la oferta gastronómica, a lo que contribuyó el Alevante de Ángel León. Chiclana está en el firmamento de las estrellas Michelín.

Entre tantos aspectos favorables, no se debe ocultar que la mayoría de su turismo (en algunos hoteles supera el 80%) es de origen español. Son, mayormente, madrileños y vascos; algunos atraídos por influencers como Paula Echevarría y Georgina la novia de CR7. Por el contrario, el turismo extranjero se limita a algunos alemanes; es residual en ingleses y franceses, y casi inexistente en los demás. La dependencia nacional aporta estabilidad, pero se puede tambalear si cambian las circunstancias. Es la única sombra entre muchas luces.

José Joaquín León