EL pasado domingo terminó en Cádiz la temporada especial de procesiones extraordinarias. Este año han coincidido varias efemérides notables con derecho a salida, todas justificadas y justificables. Aunque es cierto que la proliferación ha creado cierta confusión y una polémica sobre los límites. El colofón, no obstante, fue un éxito por todo lo alto. Las calles del centro de Cádiz se llenaron en la tarde y la noche de un domingo de septiembre para ver el paso de misterio de Afligidos, precedido por la Verónica en andas. En esta salida extraordinaria se comprobó que todas no son iguales, ni el público responde igual. Y esto parece importante.

En las cuestiones cofradieras de Cádiz, ha sido habitual que un sector del público (vamos a llamarlo así, por su predisposición al espectáculo) no supiera distinguir el trigo de la paja. Todas las cofradías y todas las imágenes tienen una dignidad que se debe respetar, como norma básica. Sin embargo, además, en Cádiz hay algunas singularidades excepcionales (en el arte y en la devoción) que no se pueden arrebujar. Entre ellas están Afligidos y su paso.

Si yo escribo que es el mejor paso de misterio de Cádiz algunos se mosquearán, pero es cierto. Lo tiene todo: imágenes antiguas y de mérito, una iconografía propia con el encuentro en la calle de la Amargura, y un gran paso dorado, con un canasto de valía artística, obra del imaginero Antonio Castillo Lastrucci. Durante muchos años, Afligidos fue una cofradía de familias de clases altas gaditanas. El paso, encargado tras la Guerra Civil, es pionero. Abrió el camino a los que se renovaron, ninguno de los cuales lo ha superado. El del Perdón se quedó cerca, pero no está dorado, que me parece un valor añadido para los grandes misterios.

En la recuperación de Afligidos de los últimos años se ha notado la mano (y la cabeza) de Ramón Velázquez. Como a todos los que destacan en Cádiz, lo han criticado los envidiosos. Pero su obra está ahí: en la cofradía, como capataz del palio de La Palma, y con su labor de Al Palo. La gestión de Ramón y de la hermana mayor, Lourdes Cortejosa, hizo que la procesión del domingo tuviera un acompañamiento de lujo. Primero, con la banda de cornetas y tambores del Rosario, de Cádiz; y después con la de música de las Cigarreras, de Sevilla.

Abarrotar la plaza de Candelaria y llenar las calles del centro (incluso con personas llegadas de otros municipios), en la noche de un domingo de septiembre, tiene mérito. Y es un indicador de que el listón de lo extraordinario se debe poner alto.

José Joaquín León