HE comentado en otras ocasiones que uno de los políticos gaditanos sensatos es José Luis Blanco. Aunque ustedes no se lo crean, existen algunos, no demasiados, pero los hay. La especie no se ha extinguido oficialmente. Desde que él está al frente de la Autoridad Portuaria esta institución ha dejado de ser lo que era. En un pasado, aún reciente, no era siempre que no, y permanecían atrincherados tras la Verja. Blanco ha sobrevivido a mil batallas de su partido, el PSOE (de por sí luchador, y más aún en Cádiz), y a estas alturas ya puede permitirse decir lo que piensa, como se vio ayer en el desayuno informativo que organizó el Grupo Joly, con el patrocinio del Banco de Santander, en el Palacio de Congresos de Cádiz.

Yo no voy a entrar en los detalles portuarios, de los que se informa ampliamente en este Diario, que para eso Melchor Mateo y Joaquín Benítez tomaron muchos apuntes, pero sí recordar que José Luis Blanco dijo algo que nunca le había oído a ningún político, ni del PSOE ni del PP, ni siquiera de Ciudadanos, ni muchos menos de los callejeros. Defendió que se suprima el peaje de Las Cabezas en la autopista Sevilla-Cádiz (que es lo que dicen todos los políticos cuando su partido no gobierna, para que pague otro el rescate); pero añadió que una vez terminada la autovía de la A-4 entre Sevilla y Cádiz, con el desdoble completo entre Jerez y Dos Hermanas, se podría reconsiderar el peaje, porque la autopista gratis no sería una vía rápida.

Esto es blanco y en botella. A diferencia de Blanco y otras raras avis, nunca lo defienden los políticos, tan sólo por cobardía. Cualquiera que haya viajado un domingo de verano por la autopista AP-4 se dará cuenta de que eso es así. Defender lo contrario es vender fantasías. También se debe añadir que suprimir el peaje (cuando ya falta poco para que expire la concesión) es una medida discutible, porque se trata de dinero público. Por ello, la prioridad debe ser la terminación urgente de la autovía A-4.

Cuestiones como estas, hay muchas. Vivimos en un periodo de populismo desatado, que no lo ha inventado Pablo Iglesias, aunque se aprovecha para sus fines. Y, por otro lado, vivimos en el tiempo de las mentiras políticamente correctas. Uno de los errores más comunes de la clase política es no hacer pedagogía. Aún existe una mayoría de ciudadanos que tienen la cabeza para pensar, aunque otros prefieren dar cabezazos en las calles. Con argumentos lógicos y justificados se puede explicar casi todo. Incluso lo inexplicado y lo inexplicable.

José Joaquín León