ESTA sí que es una especie en extinción. El albañil gaditano se está perdiendo. A diferencia del estibador (que está a pique del repique de un multazo de Bruselas), el albañil no tiene quien le escriba. Todavía se ha quedado más fastidiado después de la crisis de la construcción. Como las obras públicas apenas se ven, y aquí se jubila o se prejubila todo el que puede (incluso a los 50 años, que manda huevos), la tradicional estampa del albañil gaditano se está perdiendo. De paso, también se pierde la tradicional estampa de quienes los miraban al trabajar y comentaban: “¿Pues sabe usted lo que le digo yo? Que ese ladrillo lo ha puesto mal”.

Antes del Carnaval, en la calle Rubio y Díaz, junto al Hotel Senator, había unas obras del cambio. Cambio de adoquines. Cortaron el tráfico, pusieron vallas. Parecía una obra como las de verdad. En el cartel de autobombo se anunciaba que estaba financiada por la Diputación de Irene, que ahora es como un Ayuntamiento paralelo. Falsa alarma. No era una obra como las de antes, que hubiera dejado sin tráfico la plaza de San Agustín durante dos meses. Y eso sin recordar el soterramiento y sus derivados.

Se abren los periódicos y se lee que la crisis inmobiliaria está desapareciendo, que se reactiva la construcción, que los pisos están más caros, que vuelven las obras públicas… Además este Gobierno ya no es provisional. Fomento puede invertir, si no hay elecciones anticipadas. Sin embargo, todo eso parece que ocurre en el extranjero. En Cádiz ya no se ven grúas como las de antes. El mejor indicador para ver si se mueve el dinero, o está tieso, es el número de grúas.

A pesar de todo, hay que ser optimistas. El albañil gaditano aún puede sobrevivir. No está todo perdido. No hace falta que se coloque como equilibrista en la comparsa de Ángel Subiela, para subirse a un andamio. Por el contrario, se otean obras en lontananza, como las de la Ciudad de la Justicia, la facultad y el hotel del antiguo Valcárcel, otros hoteles futuristas como el del Tiempo Libre (que debería ser como un festival de albañiles) y el del Estadio. ¿Y qué me dicen de esa rehabilitación buena de lo que queda en el barrio de Santa María?

El albañil gaditano no tiene tan buena prensa como el obrero de Astilleros, ni el estibador sin decreto, pero su carga de trabajo no se puede perder. Al menos hasta que llegue otra burbuja inmobiliaria y explote. No es cierto que en Cádiz esté construido todo. Para declarar lo contrario vino Susana Díaz, y puso cara de madrina de obras. De momento, no ha empezado ni una.

José Joaquín León