SE ha puesto de moda publicar previsiones para 2050. En otros tiempos, las adivinanzas para el futuro las hacían los profetas y los pitonisos. El más famoso era Nostradamus, sin contar a Rappel, que parecía más castizo. Siempre que elegían a un Papa nuevo, desde Pío XII en adelante, se decía que sería el último, y que el último sería muy raro (algunas fuentes decían que sería negro). Cuando eligieron al actual, el argentino Francisco, dijeron que ya teníamos el papa negro, porque era jesuita. Pero, de momento, no ha llegado el Apocalipsis, sobre el que escribió San Juan en la isla de Patmos, mucho antes de que se hablara del cambio climático y apareciera Greta Thunberg. Con esto quiero decir que el mundo se acabará algún día, seguro, aunque utilicemos coches eléctricos y circulemos por el carril de las bicicletas de Cortadura a la Caleta.

Lo interesante sería que se acabe después de 2050. Ahora las profecías no las anuncian los profetas autorizados, ni los pitonisos apócrifos (hace unos años, cualquier bruja nos hubiera dicho ya, con la cartas, si el Cádiz CF ascenderá a Primera esta temporada o no), sino que ahora las profecías se publican en la revista Nature y otras de rango científico, y las firman eminentes sabios. Lo que antes era superstición, ahora es ciencia. Tanto en el tiempo de los profetas y pitonisos, como en el de los sabios y científicos, hay incrédulos. La gente tampoco creía que Pablo Iglesias iba a ascender a los cielos de la Moncloa, y ya lo ven: con su pareja Irene en el Consejo de Ministras y Ministros.

Así que a las profecías vamos a prestarle un poquito de atención. Algunas advierten que van a subir las temperaturas varios grados en 2050, y que los mares se van a comer una parte de las ciudades costeras. Esto puede ser letal para los chiringuitos de playa. En Cádiz, podríamos recuperar el canal Bahía-Caleta, que descubrió Ponce Cordones, y que era como nuestro estrechito de Gibraltar y formaba dos islas Gadeiras. Si así fuera, los progresistas podrían vivir en una isla y los fachas en la otra, y cada cual tan a gusto con su alcalde o alcaldesa.

En 2050, la plaza de Sevilla seguirá igual que ahora, a la espera de un plan. Esto se intuye, sin necesidad de pitonisos. Por otra parte, sólo faltaría que se inunde la plaza de Sevilla antes de que inauguren el mercado gastronómico en la estación del Renfe, y el nuevo hotel, y el parque para sustituir los aparcamientos, y el museo de la Semana Santa, que también iba por allí. Yo creo que como Cádiz se va a inundar, están esperando a ver, y por eso no hacen nada.

José Joaquín León