EN un acto muy bonito y entrañable, según hemos leído en el Diario, han devuelto a los niños del paraguas a su fuente del Parque Genovés. Pero ¡atención! No son los niños verdaderos, que se llaman Pablo y Virginia, y proceden de una novela pre-romántica y trágica, que publicó Jacques-Henri Bernardín de Saint Pierre, a finales del siglo XVIII. Un modelo que fue difundido por el autor, Andrea Boni, según descubrió Lorenzo Alonso de la Sierra. Como digo, estos niños del paraguas, a los que recordamos de toda la vida en su fuente del Parque, no son los originales, sino una copia similar que allí han colocado para evitar males mayores.

La ficha técnica de lo ocurrido nos dice que la escultura original, obra de Andrea Boni, que estaba deteriorada, ha sido restaurada por Pilar Morillo y Álvaro Domínguez, que últimamente restauran casi todo en Cádiz. Han contado con el asesoramiento de Lorenzo Alonso de la Sierra; y con la colaboración del forjador Salvador García. En cuanto a la copia que han colocado allí es obra del escultor Martín Lagares. El original, que perteneció a la familia Arámburu, se expondrá en la delegación de Cultura en la calle Ancha, donde estuvo el Rectorado, y aún antes la Jefatura Provincial del Movimiento. Fíjense cómo ha ido cambiando la casa. Y cómo han cambiado los niños del paraguas, que pasaron de los Arámburu a la fuente del Parque, y ahora a unas dependencias municipales, para evitar el vandalismo y disminuir el deterioro del tiempo.

Entiendo los argumentos para recogerlos a cubierto, con los que todas las partes, incluso los restauradores y asesores, parecen conformes. Sin embargo, eso nos lleva a reflexionar sobre el destino de las obras de arte. Porque también se podría sacar de punto una imagen, como el Cristo de la Buena Muerte, y dejar al titular en el templo y poner en la procesión a la copia. Ya sé que no es lo mismo, pero algunos también refieren esos argumentos, que no comparto. Una copia nunca será como un original. Y el remedio no es esconderlo, sino educar a la gente y prevenir el gamberrismo.

Por cierto que en la inauguración, según publica José Antonio Hidalgo, al preguntarle una joven autista por su nombre, el alcalde le respondió que se llama Chema. La respuesta es inquietante. ¿Después de salirse de Podemos hay que llamarlo Chema? ¿Qué ha sido de Kichi? Pudiera ocurrir que al acto de la fuente hubiera ido Chema, una copia del alcalde, un sosias, y que el Kichi original esté guardado en el Ayuntamiento. ¿Y cómo se distinguiría a Kichi de Chema?

José Joaquín León