HAN pasado 40 años desde aquel 28 de febrero de 1980. Entonces yo era un joven que lo vivió de cerca. Entonces yo era un joven que informaba de aquel acontecimiento, por lo que no hace falta que nadie me lo cuente. Entonces, en ABC de Sevilla, ejercía como redactor jefe Antonio Burgos, el director era Nicolás Jesús Salas y los redactores de Política Andaluza éramos David Fernández Cabeza y yo. Después del referéndum, David tomó otros rumbos y a mí me faltó poco. Tal fue la esquizofrenia informativa, en una Andalucía bipolar, zarandeados entre las convicciones y las presiones. Por eso, el acto de hoy es evocador. Aquel referéndum no se hubiera ganado sin Manuel Clavero y sin Rafael Escuredo, ni tampoco sin Antonio Burgos.

El nombramiento de Hijo Predilecto debe reconocer a Burgos como uno de los padres del andalucismo. Blas Infante escribió Ideal Andaluz, que activó el andalucismo de antes de la guerra civil. Años después, todavía con Franco vivo, en 1974, se publica Andalucía ¿tercer mundo?, de Antonio Burgos, escrito entre 1970 y 1971. No es un panfleto político, ni un manual ideológico, pero fue determinante para sacudir las conciencias de muchos andaluces. Incluye reflexiones como ésta: “creerse que Andalucía es lo mejor del mundo, lo más perfecto y bello, el ombligo del mundo, será lo que por siglos mantendrá a los andaluces en su atraso”.

Contra la Andalucía autocomplaciente y sumisa al poder se rebeló Antonio Burgos en su libro, y se rebelaron Manuel Clavero y Rafael Escuredo para el referéndum del 28-F. Cuando se dice que el centro derecha no era autonomista en Andalucía, se olvida a Clavero, que fundó el Partido Social Liberal Andaluz, integrado después en UCD, que exigió el café para todos contra los privilegios a vascos y catalanes, y que renunció a seguir en su partido tras apoyar el a la autonomía. Sin Clavero, el 28-F se hubiera perdido, porque no valía la mayoría simple, sino que se exigía el voto afirmativo de más de la mitad del censo.

Y sin Rafael Escuredo tampoco se hubiera ganado, porque él convenció al PSOE para que lo apoyaran, cuando un sector del partido lo estaba dudando. Recuerdo aquella huelga de hambre en el Pabellón Real de Sevilla, donde su fiel escudero Enrique García iba dando noticias de lo que sucedía.

Aquel legado de la autonomía andaluza, limpiamente ganada con los votos, fue enturbiado años después. Pero es justo reconocer el esfuerzo de tres hombres sin los cuales Andalucía hoy sería una tierra más pobre, más marginada, y menos libre.

José Joaquín León