AYER comenzó la primavera en Cádiz. Esta es una ciudad que tiene sus tiempos propios. A veces no coinciden con los oficiales. Ya he escrito, y lo dije en el pregón del Rosario, que el otoño en Cádiz empieza cuando la Patrona emprende la subida de la calle Sopranis, para la recogida en Santo Domingo. Hasta ahí se prolonga el verano, que va dando cambayás, para acariciar con su última brisa a la Virgen del Rosario, con permiso de fray Pascual. Y la primavera comienza cuando abren Los Italianos, que es cuando se acaba el invierno en Cádiz. El invierno se queda herido de muerte cuando queman a la bruja Piti, cuando se acaba el Carnaval. Y entonces es cuando empieza la primavera, con el primer topolino, que es como el primer penitente de la Borriquita o del Señor Despojado en el Domingo de Ramos.

Los Italianos no se llama así, sino que oficialmente es el Salón Italiano. A pesar de que el coronavirus ha provocado una xenofobia con los chinos y los italianos, en Cádiz eso es imposible porque le debemos mucho a los de Italia. Empezando por el mármol que vino de Génova, y que vemos todavía en las escaleras y las casapuertas. Tenemos un casco antiguo muy genovés, como el parque, que es tanto como decir muy italiano. Porque aquí esa escuela siempre estuvo ligada al arte, con unos matices propios, que se ve en imágenes de Semana Santa, como los Cristos de la Vera Cruz y Piedad, o en el interior de los templos.

Pues a esa escuela que vino de Génova o de Nápoles en los tiempos del esplendor, y que estuvo presente en el comercio con América, pertenece Los Italianos. La familia Campo, que va por la tercera generación en el negocio, no llegó en el siglo XVIII, sino en 1940. Pero ya se quedó. Gianni Campo, junto con Fernando Delgado Lallemand y Pepe Ruiz El de La Gloria, fue rey mago gaditano y fundó la Asociación que ha cumplido sus primeros 25 años.

Los Italianos, poco a poco, ya van por los 80 años, y se van acercando al siglo, aunque a El Siglo de la calle Ancha le hayan tocado el gori gori. Hay un Cádiz que desaparece, como si fuera una lápida, pero resiste cuando la primavera abre sus puertas en Los Italianos. Aunque pasen menos cofradías por la calle más señorial de la ciudad.

Los topolinos no son para el invierno. Son para recordar a niños de otros tiempos, que bajan del cochecito lerén y se actualizan. Pueden abrir otras heladerías y otras cafeterías, pero Los Italianos tiene sus tiempos, con intolerancia al invierno, que es la estación más fea de Cádiz con diferencia.

José Joaquín León