NUESTRO paisano José González está pasándolas canutas con el equipo al que entrena, el Wuhan Zall. El coronavirus tuvo su origen en Wuhan, como se sabe. Pero el equipo de aquella ciudad ya se había escapado a tiempo, para preparar su concentración en Sotogrande (Cádiz). En China paralizan la competición en invierno, aunque no haya coronavirus, así que les vino de perlas. Cuando llegaron al aeropuerto de Málaga se mosquearon, porque los recibieron como si fueran apestados. Sin embargo, lo que ha ocurrido con José González y sus muchachos es sintomático: han pasado más miedo en España y han preferido regresar a China, donde la pandemia se está controlando y ya apenas detectan nuevos casos.

El Wuhan Zall, a las órdenes de José González, ha entrenado durante 25 días en Sotogrande. Tras comprobarse que todos estaban bien de salud, se olvidaron de ellos. Parecía que se quedarían aquí para siempre. Pero no. Se han alarmado con las últimas noticias. Y además en China han colocado a España en la lista negra de las alarmas. De modo que al regresar quizá los pondrán en cuarentena, por haber estado en ese país, donde el Gobierno tiene a dos ministras con el Covid-19, mientras explica a la población las medidas a seguir.

Hay que ponerse en el pellejo de los chinos del Wuhan para entenderlos. En esa ciudad, los pocos que salen a la calle para cumplir misiones de fuerza mayor, van con mascarillas, les toman la temperatura y están fichados. Hasta el presidente chino Xi Jinping aparece en la televisión con mascarilla. Sin embargo, aquí no se ha visto a Fernando Simón con mascarilla. Ni tampoco al presidente Pedro Sánchez. ¿Y qué hubiera pasado si la ministra Irene Montero hubiera acudido con mascarilla a la manifestación del 8-M en Madrid? En este país se insinuó que no sirven para nada, que es suficiente con lavarse las manos. Como si todos los chinos y coreanos que las llevan fueran carajotes. Depende del uso y depende de la mascarilla. El problema es que no hay, y no se sabe dónde han ido a parar las que había.

También es curioso ver en la televisión a los corresponsales en Pekín, que salen con mascarillas y los micrófonos con plásticos aislantes, y vemos a sus compañeros de Madrid preguntando sin protección a personas desconocidas. A pesar de que en Madrid habrá más muertos que en Pekín. Es normal que los del Wuhan se acongojen.

Como en los chistes malos: antes un español veía a un chino y salía corriendo por si acaso. Ahora pasa al revés.

José Joaquín León