EL alcalde Kichi ha conseguido lo que no pudo nuestro admirado Fermín Salvochea: el cantón de Cádiz. Es cierto que don Fermín lo intentó y que la cosa iba para adelante, aunque resultó ajetreado, y no vamos a abundar en los detalles. También es verídico que Kichi lo ha conseguido por casualidad, gracias al coronavirus y a Pedro Sánchez, que es el jefe de los sanchistas que tanto le repelen, como Fran González y Mara Rodríguez. Pero lo ha conseguido, que es lo que cuenta. No sabemos cuánto le va a durar, más de dos semanas las tiene garantizadas. Incluye la Semana Santa, que este año será sin pasos y sin penitencia detrás del Nazareno.

El cantón de Cádiz se ha conseguido extremando los controles. Un suponer que un sevillano o un jerezano intentan entrar en la ciudad confinada. Como no es un gaditano de pura cepa se lo impedirán las fuerzas del orden. Una cosa buena que tiene Cádiz es su insularidad. Sólo se puede entrar por dos conexiones a tierra firme: por la avenida principal, en donde desemboca el istmo de San Fernando y el puente Carranza (acceso de Cádiz Sur), y por la salida del segundo puente, llamado de la Constitución de 1812 (acceso de Cádiz Norte). La otra vía de llegada es la marítima, que se ha cortado por lo sano, o por lo insano, pero se ha cortado. Y luego está el tren, por donde algunos intentan colarse, incluso madrileños en el Alvia. Si se controla bien, lo suyo sería remitirlos de vuelta si no son gaditanos.

Una vez que las circunstancias han permitido crear el cantón (por lo legal y sin disparar ni un cañonazo de papelillos), se va a aprovechar. Sólo podrán encerrarse en esta ciudad los gaditanos empadronados que no hayan huido todavía. Cada año son menos, pero aún quedan. Estos gaditanos son auténticos, de los que mueren por Cádiz, si hace falta, aunque toquemos madera en estos momentos, ya que aquí no va a entrar ni el coronavirus. El gaditano y la gaditana prefieren la máscara a la mascarilla. Pero si hay que usarla, lo hacen con resignada naturalidad, ya que están acostumbrados al disfraz.

En el cantón de Cádiz la gente bromea y ríe por no llorar. Deberían poner altavoces para que suenen coplas de Carnaval, con los premios de coros, comparsas y chirigotas. También, ahora que desaprovechamos la Cuaresma, las marchas que la banda de cornetas y tambores del Rosario no pudo tocar en el concierto de la tertulia Al Palo, de Ramón Velázquez. A la hora del toque de queda, el himno del Cádiz CF que nos dejó Manolo Santander. Y al perrito pasearlo con una bufanda amarilla y azul. Laus Deo.

José Joaquín León