CUANDO pase el tiempo, cuando lleguen otras generaciones, se recordará aquel Domingo de Ramos de 2020. El año sin procesiones en la Semana Santa de Cádiz. Hoy es el día en el que se quedan en sus templos las imágenes de cinco cofradías: Borriquita, Señor Despojado, La Cena, Las Penas y Humildad y Paciencia. No habrá carrera oficial, nadie se sentará en las sillas y palcos. No habrá nadie viendo pasos en las calles de Cádiz. Ni tampoco las misas de Ramos por las mañanas, con sus procesiones claustrales. Nadie paseará sus ramitas de olivo bendecido. Ni veremos a los niños que por vez primera se visten de penitente. Ni resonarán las horquillas de los manigueteros en las calles gaditanas. Ni subirá a los cielos el humo de los incensarios. Ni nadie se asomará a un balcón para ver un paso que se aleja.

En este Domingo de Ramos nos ha tocado la parte más dura. Es la de estar encerrados, aguardando a que escampen las malas noticias. Pero Jesús vuelve a entrar en Jerusalén, mientras la Virgen promete Amparo en San José. Jesús vuelve a ser despojado de lo más elemental, aunque no llegue desde los Salesianos hasta la Catedral. Jesús vuelve a hacer el milagro de la Santa Cena, para compartir todo lo que tiene. Jesús siente las Penas por lo que ocurre en estos días tristes y la Virgen nos anuncia la Caridad en este Domingo de Ramos, en que se quedará en San Lorenzo. Y, al final del día, nos deberíamos acordar de ese Señor de la Humildad y la Paciencia, al borde ya del último sacrificio. Todo el Domingo de Ramos del coronavirus se resume en la Amargura.

La Semana Santa gaditana era eso, pero no es sólo eso. Las hermandades y cofradías tienen tres objetivos básicos: el culto interno y externo, la formación religiosa de sus hermanos, y practicar la caridad y la ayuda al necesitado. Por eso, ha sido un gesto muy digno de elogiar que la concejala de Cultura y Fiestas, Lola Cazalilla, haya enviado una carta al presidente del Consejo Local de Hermandades, Juan Carlos Jurado, en la que reconoce la labor social de las hermandades y justifica el mantenimiento de la subvención municipal para los gastos.

Ese debería ser el camino más corto para el entendimiento, sin juzgar las ideas y las creencias. Las hermandades no se dedican (ni se deben dedicar) a “jugar a los pasitos”, como se dice con sorna, sino a mostrar el testimonio de su fe y a practicarla. Y las autoridades deben asumir lo que supone, como lo ha asumido la concejala en esa carta.

El Domingo de Ramos de hoy es triste, pero también se quedará en el recuerdo.

José Joaquín León