TODAS las operaciones industriales de Navantia están sometidas a la bronca política. Cuando les encargaron las corbetas de Arabia Saudí, desde Unidas Podemos se insultó a ese país; y cuando no les conceden las fragatas de los EEUU, desde el PP se dice que es por culpa del Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que se lleva fatal con Donald Trump, mientras le piden favores. La politización, en todos los casos, perjudica a Navantia. Pero se debe admitir que esta empresa no es una más, sino que opera en un contexto mundial (político) donde se funciona como se funciona. Y eso hay que tenerlo en cuenta siempre: para Arabia Saudí y para los EEUU de América.

En el caso de las fragatas norteamericanas, suponía para Navantia un contrato de más de 5.000 millones de euros que han perdido. Han influido motivos profesionales, como que la oferta del astillero italiano de Fincantieri (uno de los mejores del mundo) había tirado los precios y era más barata, además de que se habían aliado con otro astillero de EEUU para ampliar su planta de Wisconsin, una operación que le interesa a Trump por motivos electorales.

Ha sido un fracaso, porque Navantia se había aliado con la empresa americana General Dynamics, y aportaba el diseño de las F-100, en el que se habían basado otras fragatas, las F-350, que hicieron para Noruega. Sin embargo, una de las fragatas noruegas construidas por Navantia se hundió (al parecer, no fue por culpa del diseño), y eso también les ha perjudicado.

No obstante, es cierto que las relaciones del Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias con Donald Trump son pésimas. La CIA conoce muchos contactos de Podemos. Este Gobierno, además, tiene un sentido de la diplomacia penoso. Han conseguido cabrear a los americanos y a los chinos, las dos primeras potencias. La vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, fue entrevistada en El País el pasado domingo y dijo lo siguiente sobre el coronavirus: “España está en la gama alta del éxito, otros han recomendado beber lejía”.

Así funciona este Gobierno: para chulos, nosotros. Trump dijo una parida, pero no recomendó “beber lejía”. Con Borrell en Exteriores no pasaban estas cosas. Después deben negociar con Trump los contratos de Navantia, el mantenimiento de buques, la base de Rota... Y los aranceles de la agricultura andaluza en EEUU, que no será igual si los sube o los baja, para la ruina que se viene encima. Sin embargo, han optado por la chulería hasta en la diplomacia.

José Joaquín León