ENTRE la gente hay buenos y malos; y algunos que salen de paseo con cacerolas y banderas españolas, una mezcla rara. Pero la gente es intransigente. Y no se da cuenta de que gracias a los esfuerzos del Gobierno de Pedro y Pablo, con su equipo de científicos locos (de identidad desconocida), vamos mejorando. Poco a poco, no correr, que os vais a estrellar y os vais a saltar de provincia, y podéis aparecer en Sevilla o en Málaga, a cuyos aeropuertos llegan vuelos internacionales. Al aeropuerto de Jerez no le permiten aviones, ni barcos al puerto de Cádiz. A esta provincia la tienen abandonada. Pero, como compensación, para que la gente se distraiga y no proteste con las cacerolas, desde el lunes se permite pescar.

Y, dentro de las mejorías, además de pescar, está permitido cazar. Bueno, en otras comunidades, en Andalucía no se puede hasta el 1 de junio. Eso será para distraer a los de Vox, ya que Abascal hizo su campaña electoral para cazar el voto de los cazadores. En Cádiz no hay peligro: se caza poco. Cádiz es amistosa con los animales, y aquí sólo han cazado estorninos en momentos de alta desesperación, y algunas palomas, cuando daban mucho por saco, pero sin decirlo, que es como mejor se hace. Oficialmente, la caza sigue prohibida en Cádiz.

Pescar sí se puede. ¿Ah, pero no se podía? Eso es lo que la gente ha descubierto ahora. Por culpa de los encierros y el confín, el pescador gaditano se estaba perdiendo. Y no me refiero al del puente Carranza, que se perdió hace muchos años, tras provocar decenas de accidentes. Yo me refiero al pescador más típico no lo hay, que es el de la Alameda, mayormente frente al busto de Rubén Darío, poeta nicaragüense que conserva su monumento, no sin dificultades. El pescador de la Alameda necesita su tiempo y sus mareas, no es lo mismo la pleamar que la bajamar, de modo que no se puede pescar a la hora que diga el Gobierno, sino cuando hay mojarritas que piquen el anzuelo, o lo que sea. No es tan sencillo como algunos piensan. No consiste en lanzar y ahí picó.

Gracias a la pesca, el gaditano y la gaditana (pues también hay pescadores y pescadoras) se podrán distraer estos días. Algunos cacerolistas consideran inverosímil que hasta la pesca deba ser autorizada por el mando único de Pedro y Pablo, como si los peces fueran suyos. Los peces gaditanos viven en el mar, y allí no hay coronavirus, por lo que son seguros. Estos peces son fiables, y no son peces gordos como los que pululan por la Moncloa. Estos peces pueden ir directamente a la cacerola, que tiene otras utilidades. Y menos mal que pescar ya ha dejado de ser un acto subversivo.

José Joaquín León