UNA cuestión a tener muy en cuenta es que las playas dependen de los ayuntamientos. También de la Demarcación de Costas, a determinados efectos, como regenerar los arenales perdidos. No obstante, insisto: las playas no dependen del mando único, no son de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Salvador Illa y Fernando Simón, los cuatro jinetes del coronavirus, sino que en Cádiz dependen del alcalde José María González Santos, popularmente conocido como Kichi; en San Fernando, de Patricia Cavada; en Chiclana, de José María Román. Y así podríamos seguir por todo el litoral. Cada Ayuntamiento costero suele tener su delegación de Playas. Por cierto, no se oye nada este año de las banderas azules. ¿Por qué será?

En Cádiz, capital de la alegría, el Ayuntamiento decide si hay barbacoas y almuerzos en las playas, o no. Falta un mes para la noche de San Juan, que en otros lugares de España (como La Coruña, Barcelona, Valencia y Alicante) se usa de excusa para organizar hogueras playeras. Se quedan peor que cuando nuestras barbacoas ardían a su aire, camino del récord Guinness. Este año no sabemos con seguridad si habrá Juanillos o no, ni para qué debe haberlos y crear riesgos, cuando es un evento cutrecillo. De ahí que sean juanillos y no juanazos.

Pero las playas no son del mando único, son nuestras, digo de nuestro Ayuntamiento que preside Kichi. Desde que se abran al baño y al sol, lo que allí acontezca es de competencia municipal, mientras no se las usurpen. Juan Marín y la Junta de Andalucía tampoco tienen competencias para decidir si me lavo los pies o no. Podrán obligar a tomar el sol con mascarillas, por ser un espacio público donde no se pueden respetar los dos metros de distancia con la sombrilla que te han clavado precisamente a tu vera. Pero no pueden entrar en los detalles peculiares. Como tantas paridas que se oyen, contrarias al veraneo en común.

Y, desde luego, es competencia de Kichi y del Ayuntamiento de Cádiz evitar carajotadas, como parcelar las playas. Eso se hacía en las barbacoas, con sus correspondientes broncas, como todo lo público que se privatiza. Y no olvidarse de las mareas de Santiago, no el de las cacerolas (también las cacerolas van a la playa), sino las pleamares que obligan a las mudanzas de sombrillas y sillitas. La Victoria, la Caleta y Santa María del Mar serán playas de alto riesgo, si se mete la patita fuera del lavapiés.

Y que no se olvide Kichi de que el mejor árbitro es el que pasa desapercibido. Es decir, el que no se convierte en reina por un día.

José Joaquín León