ALGUNAS semanas antes de empezar el confinamiento, la Diputación Provincial de Cádiz publicó un bonito libro del profesor José Antonio Hernández Guerrero, titulado La soledad de los ancianos. Con un formato manejable, presentación didáctica y algunas ilustraciones del autor, aporta una interesante reflexión sobre dos conceptos que suelen ir unidos: la soledad y la ancianidad. En las circunstancias actuales, el libro es casi profético (o quizá no dejó de serlo nunca), porque incide en la necesidad de no abandonar a las personas mayores, a los que antaño se llamaba viejos y ahora se vuelve a denominar ancianos. Ellos necesitan la amistad y la compañía: “el acompañante sensible, respetuoso, experto y generoso”, según dice José Antonio Hernández Guerrero. Quizás ahora, y en el futuro, más que nunca.

Cuando empiezan los días de luto oficial, se debe recordar que las principales víctimas del coronavirus han sido los ancianos. En las residencias de mayores han vivido escenas más propias de la barbarie que de una sociedad civilizada. También en algunos hospitales (sobre todo de Madrid y Barcelona), donde era tal la acumulación de enfermos que dejaban morir a los  mayores, porque no había tratamientos para todos.

No es un holocausto como el de los judíos en los tiempos de Hitler, pero tampoco  para sentirnos orgullosos. En España, se estima que el 88% de los muertos por coronavirus eran mayores de 70 años. Sólo en residencias de ancianos han muerto casi 18.000 personas (probablemente más, ya que desde el lunes los suman restando). Eso supone que el 70% de los muertos por coronavirus en España vivían en residencias. En la provincia de Cádiz ha sido muy duro el caso de Alcalá del Valle, que convirtió a un pequeño municipio de la Sierra en el quinto con más muertos de la provincia.

Y si el alto número de muertos es lamentable, también es mezquino  lo que están diciendo algunos. Se ha llegado a publicar que han arruinado a una generación de jóvenes para prevenir a los ancianos. Cuando esa generación ha sido mantenida en los momentos de dificultades por sus mayores: con sus pensiones compartidas, con el cuidado de los nietos, con el esfuerzo que hicieron personas modestas para que sus hijos estudiaran y tuvieran un futuro mejor.

Cuando por fin el Gobierno dedica a las víctimas del coronavirus el recuerdo que se merecían, con el luto oficial, no olvidemos que sobre todo es un homenaje a una generación de mayores. Ellos han dado por los demás todo lo que tenían, incluso su vida.

José Joaquín León