ESTAMOS llegando al final de la desescalada. Siempre con criterios racionales. Por ejemplo, al final se podrá ir a Francia el próximo lunes, como dijo la ministra Maroto, a la que desautorizó el ministro Illa tres horas después, al que desautorizó ayer el presidente Sánchez para decir lo que dijo la otra. Esta pandemia está cogobernada por grandes genios de la Moncloa, que incluso cobran a fin de mes. Ellos y ellas no sufren los apuros de la maría gaditana de toda la vida, que jugaba al cupón de la ONCE (cuando no al cupón pirata de la lotera clandestina), y que compraba en el Piojito, como si fuera su pasarela Cibeles de la avenida de la Bahía. Pues hoy puede ser un gran día, como cantaría Joan Manuel Serrat, porque vuelve el cupón de la ONCE y vuelve el Piojito.

A todo el mundo en general, le han hecho un descosido de gran categoría con el coronavirus. Se han acabado tantas cosas que sólo nos damos cuenta cuando van volviendo. En el confinamiento, cayó el cupón. La ONCE, además de repartir dinero y alegría, realiza una importante labor social y le da sustento a personas en dificultades. La ONCE es como la OCDE de los sorteos. La OCDE dice que España está fatal, y que peor podría estar si hay un rebrote, y que es lo más ruinoso de Europa, a pesar de sus eminencias. La ONCE, en vez de señalar, va repartiendo las paguitas del ingreso mínimo del cuponazo, y creando nuevos ricos, en vez de fundirlos a impuestos. Es la esperanza del pobre para dejar de serlo. El deseo de la gente, desde antes de Pablo Iglesias, era ser ricos, o al menos no ser pobres.

Han dedicado los cupones de la semana a los héroes del coronavirus, que no sólo son los sanitarios, las fuerzas policiales y militares, los trabajadores de la alimentación y los mercados y supermercados, y los voluntarios, sino todos en general. Muchas personas han resultado damnificadas. Ahora viene lo más difícil, que es la llamada nueva normalidad. Nadie sabe en lo que consiste.

Dentro de esa nueva anormalidad estará también el Piojito recuperado, con los puestos al 50% del aforo, y con unas condiciones de atención diferentes a lo habitual. Es como una prueba piloto de Piojito, que permitirá discernir si es viable o inviable en tales condiciones. Como siempre pasa, la última palabra no es la bonita, sino la práctica.

El cupón de la ONCE y el Piojito no viven del aire, sino de su público, que se ha perdido, que está de cualquier manera, y que todavía no ha cobrado los Ertes en algunos casos, ni todavía ha ingresado la primera paguita vital. A ver si hay suerte con el cupón.

José Joaquín León