LOS gaditanos y las gaditanas son muy buenos, aunque algunos y algunas no lo parezcan, ni ellos ni ellas se lo crean. Y, además, oye, que a este alcalde Kichi se le consiente lo que no le hubieran tolerado a ningún alcalde o alcaldesa de los anteriores. En las playas de Cádiz City, como no hay autoridad, ni cogobernanza, ni nada de eso que decía Pedro Sánchez, el gaditano y la gaditana se autogobiernan por su cuenta y riesgo. Es admirable lo que está sucediendo en Victoria Beach, donde la última vez que se vio un policía local no sé si estábamos en los encuentros de la tercera fase. Desde principios de julio, nada. Más probabilidades hay de encontrar un tiburón a que te multen por pasear de Cortadura a la Caleta sin mascarilla.

En Victoria Beach siempre había policías locales. Con José León de Carranza, con Jerónimo Almagro, con Emilio Beltrami, con Carlos Díaz, con Teófila Martínez… Incluso con el primer Kichi, que al menos disimulaba. Pero el segundo Kichi ha conseguido indignar incluso a las fuerzas del orden.

Las señoras de más edad (es decir, las jóvenes de 90 años y algunas menores) recordarán aquellos policías locales paseando por la orilla, con sus uniformes, de un blanco nuclear, y sus cascos, tan blancos que recordaban a Alfredo Di Stéfano, al que llamaban la Saeta Rubia. Unos policías auténticos. Si les dabas un pelotazo, sin querer, podías acabar en la Cárcel Real cantando saetas (no rubias, sino como Enrique el Mellizo) al Nazareno en el amanecer del Viernes Santo. Por lo cual nadie le daba un pelotazo a un queu, que aun así, ponían multas al nota que se propasaba. Eran temibles.

Después la cosa se relajó, hasta llegar a lo de ahora. No están relajados, sino que han desaparecido. Iban circulando por la arena, en sus vehículos, vigilando el panorama, por ver qué había. Pero se les han estropeado, vaya, vaya. Con Teófila vivíamos mejor en la playa, sin mascarillas y todo en orden.

Con tantas medidas, y sin ningún guardia, la playa ya no es lo que era. Hay vigilantes de la Junta. Esas criaturas se han convertido en paseantes, que aportan indicaciones. Según parece, en Santa María del Mar y la Caleta cuentan bañistas, pero en Victoria Beach se limitan a dar algunos consejos. No hay lavapiés, no hay duchas. No hay carteles de entrada y salida en las escaleras. Han instalado más pasarelas porque era imposible guardar las distancias mínimas cuando te cruzabas con alguien. Ciudad anárquica. Los gaditanos y las gaditanas se autogobiernan, los policías desaparecen, y Kichi cobra una paguita de alcalde.

José Joaquín León