SI Charles Baudelaire hubiera sido gaditano, a lo mejor hubiera escrito el repertorio de una comparsa. Era un genial poeta, con ese malditismo de enfant terrible que caracterizaba a ciertos literatos del siglo XIX. Pero hoy no me fijo en él por su aportación literaria, sino porque publicó unos ensayos titulados Los paraísos artificiales, que le vienen como anillo al dedo del Cádiz de hoy. Los dividió en dos partes: El poema del hachís y Un comedor de opio. Baudelaire era de esos que vivía en las fantasías por encima de la realidad. Pero en la búsqueda de paraísos artificiales, tenemos en Cádiz a unos discípulos de lujo. Y no me refiero a los que fuman canutos, sino a los que se apartan de la realidad para vivir en una alucinación permanente.

Veamos un sencillo ejemplo. En estos últimos días de julio han saltado las alarmas por el varapalo del turismo, tras la proliferación de los contagios en España. Se complica el problema sanitario y se puede hundir la economía hasta unos niveles miserables. Se perderá el turismo inglés y francés, y puede caer también el alemán, el del resto de Europa, y hasta el nacional de Madrid y otros lugares de España. Para la provincia de Cádiz es muy peligroso y para la capital también, aunque algunos no lo crean.

Sin embargo, aquí han creado un paraíso artificial contra el turismo, diciendo que los pisos turísticos tienen la culpa de todos los males gaditanos. Y han ideado una fantasía. Menos mal que perdieron la votación. Una vez más, nos apartamos de la realidad.

Por otra parte, en Cádiz existe un conflicto con la Policía Local que mantiene a la ciudad casi a su libre albedrío. Especialmente, en la zona de las playas, donde se concentran miles de personas los fines de semana. También hay que controlar el ocio nocturno, para lo que Kichi y los alcaldes de capitales andaluzas fueron convocados ayer en Sevilla. A la vez, las políticas sociales han fracasado, los sin techo acampan en espacios paisajísticos, y de vez en cuando se incendia un mirador como el de Santa Bárbara sin que nadie sepa cómo ha sido.

¿Y qué se les ocurre? Crear una comisión para cambiar el nombre al estadio Carranza. En la que han introducido unos criterios de dictadura del proletariado: yo y mis colegas tenemos la mayoría y ponemos a dos o tres más para disimular. Bien por el Cádiz CF, que rechaza esa pantomima. En agosto, cuando el mundo se preparará para la segunda ola de la pandemia, o puede que ya estemos ahogados, en Cádiz se discutirá si es mejor dedicárselo a Mágico, Irigoyen o Robinson. Así es nuestro paraíso artificial.

José Joaquín León