NO han escarmentado. En tiempos de la nueva anormalidad y la cogobernanza siguen promulgando medidas a tontas y a locas. Medidas que carecen de fiabilidad y rigor científico. Medidas caprichosas, que se contradicen entre sí. Medidas que no atacan al coronavirus en lo esencial, que es erradicarlo, para lo que es imprescindible controlar a todos los positivos y asegurarse de que cumplen las cuarentenas. Por el contrario, siguen aprobando medidas cuyo objetivo parece que es fastidiar a la gente. El sadomasoquismo como norma de actuación. Pero con pocos resultados prácticos, como se ve en las estadísticas de España. La Junta de Andalucía se ha contagiado también, como se aprecia en las normas para bodas “y otros eventos”.

El consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, tras el último Consejo de Gobierno, dijo que Andalucía está bien si se la compara con el resto de España, pero mal si se la compara con otros países. Es decir, y esto lo añado yo: Andalucía es una de las tuertas en el país de los ciegos. Por eso, había que adoptar nuevas medidas. Una vez que ha pasado agosto, mes en el que hicieron la vista gorda, y así les ha ido. Sin turistas extranjeros apenas, pero con miles de veraneantes españoles actuando de misioneros del coronavirus por todo el país.

Según las nuevas normas, en las bodas y otras ceremonias familiares permitirán un máximo de 150 personas al aire libre (antes eran 300) y de 100 en espacios cerrados (antes eran 250). La fiesta podrá durar hasta la una de la madrugada. Por el contrario, en eventos profesionales, como congresos, reuniones de negocio, foros y conferencias, permitirán un límite de 200 personas en interiores y 300 al aire libre. ¿Por qué se permite más asistencia a un foro político que a una boda, en idénticas condiciones? Tampoco se entiende que una boda de noche deba terminar a la una de la madrugada y una boda de día pueda durar hasta la misma hora, por lo que podrían convivir seis o siete horas más que en las vespertinas.

Son detalles que confirman la falta de rigor. Hay más. Es absurdo que fastidien a la gente más de lo necesario. Muchas bodas de Cádiz se han aplazado a 2021 y 2022. No hay garantías de que entonces estén mejor. Pero también hay muchas que no se aplazan, porque un matrimonio no es como un congreso profesional, sino que tiene repercusión en las vidas de esas personas: en la convivencia legal, para tener hijos, por la edad de los novios, por las familias, etcétera. La vida no se puede aplazar un año. La vida dura lo que dura, y el tiempo perdido no se recupera.

José Joaquín León