SIGO con las calles de Cádiz y sus nombres, uno de los asuntos que más apasionan a los gaditanos. Desde la semana pasada hay una calle nueva junto a la playa Victoria. Es la que conectará Muñoz Arenillas con el Paseo Marítimo. Llamarla calle es mucho decir, pues calle, lo que se dice calle, no es todavía, ya que por allí no se puede pasar, está llena de escombros, todo se andará. Se trata de un hueco que han abierto en lo que era el edificio del Tiempo Libre, donde están construyendo el nuevo establecimiento de la empresa Q hoteles, con inauguración prevista para 2022. La nueva calle será colindante con el hotel, con el edificio Reina Victoria, con el parking subterráneo Nino allí existente, y con el futuro aparcamiento del hotel. La calle será prima hermana de Brasil, con el mismo sentido, por lo que tiene garantizados los ventarrones de poniente.

¿Y cómo se llamará la calle? Esa es la pregunta bonita. Ahí queremos ver a Kichi, que se la podría dedicar a algo que no tenga nombre propio, a La Mano Negra, las Profesiones de la Enseñanza o los Comparsistas del Carnaval Público. Entre otras opciones. Pero lo más curioso es que la calle está a la vera de Muñoz Arenillas, que ha tenido mucha suerte y se ha escapado hasta ahora. ¿Y quién era ese señor? Pues un general. La calle, en realidad, fue bautizada como General Muñoz Arenillas, aunque la llaman Muñoz Arenillas, como a Ramón de Carranza lo dejaron en Carranza. Por resumir.

En el verano de 2010, siendo alcaldesa Teófila Martínez, el PSOE gaditano propuso que le cambiaran el nombre a 12 calles relacionadas con el franquismo para dedicárselas a personajes de las Cortes de Cádiz. La de General Muñoz Arenillas la querían cambiar “por ser un general franquista de la guarnición gaditana”, y se la querían dedicar a Antonio Oliveros, un diputado extremeño que participó en las Cortes de Cádiz. No fue de los que dejó más honda huella, como lo demuestra que sigue sin calle. En 2010 tampoco se la concedieron. Resultaba, además, que en Cádiz a la calle General Muñoz Arenillas todo el mundo le dice Muñoz Arenillas, y nadie le iba a decir Antonio Oliveros. Para eso es mejor dedicársela a algo etéreo, sin nombre propio, y así se ahorran que la pidan para Teófila Martínez, que le puso una a Carlos Díaz.

Pero la calle nueva vale un potosí. No ha tenido nunca nombre; de ahí su novedad, y de ahí que lo puedan aprovechar para seguir deleitando. Se me ocurren más posibilidades, pero para eso cobran, y no necesitan los concursos amañados. Excepto cuando les da vergüenza cambiarlo, porque saben que es injusto, como ocurre en el estadio.

José Joaquín León