AL valorar la crisis del comercio y el turismo en Cádiz se debe tener muy en cuenta la importancia de los cruceros. La pérdida del crucerismo, a causa del Covid-19, ha sido funesta para la ciudad. En el ranking del turismo era esencial, porque aportaba una población flotante añadida y con poder adquisitivo. Se notaba en los establecimientos de la calle Columela (y en los de Cádiz Centro, en general), tanto en las tiendas de Inditex, como en otras marcas nacionales y multinacionales, como en el comercio local. Esos clientes se han perdido en 2020, como se perdió el barco del arroz. No hay alternativas. Ni va a llegar otro turismo que compense (a pesar de los bonos de la Junta de Andalucía), ni en Cádiz hay poder adquisitivo para aumentar los gastos.

En 2019 acudieron más de 465.000 visitantes en cruceros, en 323 escalas, con un aumento del 10% respecto al año anterior. El puerto gaditano fue el quinto de España en el ranking del crucerismo, sólo por detrás de Barcelona, Baleares, Las Palmas y Tenerife. Y el primero de Andalucía, en su habitual competencia con Málaga, al que aventajó en los últimos meses del año. Los datos son muy meritorios. Algunos puertos españoles importantes perdieron cruceristas, mientras Cádiz ganaba.

Un dato a tener en cuenta: el mejor mes del año para los cruceros fue octubre, con 73.084 pasajeros en 44 escalas. En pleno otoño, generó unos ingresos excelentes para la ciudad, cuando ya había finalizado el turismo de playa. Esos ingresos se han esfumado. Lo notan hasta en la Catedral, que ha registrado un 80% menos de visitas turísticas en 2020 con respecto a 2019, que fue un año extraordinario. En el boom crucerista algo tendría que ver la presidenta de la Autoridad Portuaria, Teófila Martínez, que siempre fue muy sensible a esas llegadas, también desde la Alcaldía, cuando incluso fue discutida y criticada.

Como las golondrinas de Bécquer, no volverán esos pasajeros perdidos. Tampoco volverán los años de vacas gordas a corto plazo. El sector de los cruceros ha salido dañado, tras esas imágenes de buques fantasmas, con pasajeros contagiados, a los que no permitían volver a sus países de origen. Ese daño es irreparable y se acusará durante mucho tiempo. Hasta que el coronavirus maldito deje de ser un problema universal.

Tristemente, la conclusión es que seguirán los malos tiempos para el comercio de Cádiz, tanto si se va Zara y las demás marcas de Inditex, como si regresaran. Esas pérdidas cuantiosas son nefastas para la ciudad. Y no se debería olvidar lo sucedido. Sin cruceros, Cádiz va a peor.

José Joaquín León