UNA de las mayores desgracias de Cádiz es que no se sabe promocionar. Ojo, que no digo vender, pues no está a la venta. Pero no hay habilidades para el marketing de esta ciudad trimilenaria, la más antigua de Occidente, según se decía, donde la Dama de Cádiz resultó ser un tío, lo que demuestra que aquí han pasado cosas raras desde tiempos inmemoriales. Cádiz tiene puntos negros, pero también fortalezas que en otros lugares serían el orgullo de sus habitantes. Voy a citar dos ejemplos recientes. Uno: la puesta de sol de la Caleta ha sido elegida la más bonita de España por los lectores de la revista Condé Nast Traveller. Otro: esta ciudad es la capital española con menor tasa de contagios en el coronavirus, a pesar de los pesares. ¿Qué se diría si en vez de Cádiz fuera Sevilla o Málaga? ¿Habría toque de queda? Y no digamos Madrid, ombligo de la nación.

La puesta de sol de la Caleta, con sus barquitas y sus tonos que van revirando entre “los rosados, anaranjados y violetas”, con el telón de fondo de los dos castillos, y con la serena quietud de su playa (sin profundizar) es una maravillosa visión. Miles de turistas lo han podido admirar a la vera misma del polémico edificio de Valcárcel, donde en cualquier ciudad se hubiera construido un hotel de cinco estrellas gran lujo, que es lo que se intentó cuando Rafael Román puso ese edificio en el mercado.

El grupo Condé Nast, que premia la puesta de sol caletera, edita revistas glamurosas: Vogue, Glamour y Vanity Fair, además del CN Traveller. Se dirige a un segmento de lujo, pijo y finito, no es un público de cuarteto, sino de coro con pellizco. La Caleta es exportable para el turismo de calidad, sin detrimento de lo conocido, vía Selu y demás. La Caleta es una maravilla de Cádiz, pero por mucho que la hayan elogiado Paco Alba, Antonio Martín y las revistas glamurosas, aquí la gente piensa que aquello es una ordinariez, joé, y que enfrente hay que gastar 40 millones de euros en una facultad que se llevaron a Puerto Real.

Y luego está lo del coronavirus. En Canarias han conseguido que levanten el veto para que lleguen decenas de vuelos con alemanes e ingleses. En Cádiz tenemos unos indicadores que no permiten alegrías, pero sí decir que es la tuerta en el país de las ciegas. Tuertita como es ella, y con sus méritos, ahí la tenéis abandonada, con un toque de queda que le va a dar en todo el bebe, sin cruceristas, sin recursos para la competencia turística, y con la gente pendiente de que les paguen el ingreso mínimo vital. Y sin incluir la puesta de sol, ni nada, en el Patrimonio de la Humanidad.

José Joaquín León