LOS horarios que ha aprobado la Junta de Andalucía son un quiero y no puedo. En realidad, lo que pedía el cuerpo presente de los hospitales a Juanma Moreno y a su lugarteniente ciudadano, Juan Marín, era cerrar los bares y las tiendas todo el día, como en Granada, que es la única forma de evitar que la gente siga en la calle. Pero, como las protestas iban a ser morrocotudas, no se han atrevido y se han quedado a medias. Cierre a las seis de la tarde y toque de queda a las diez de la noche. Es una incoherencia manifiesta. Para colmo, el domingo dijeron una cosa y el lunes la contraria sobre la discutible esencialidad de algunos negocios. En Cádiz el asunto es grave, porque esos horarios van contra la natura gaditana, que se resume muy sencillamente: cuanto más tarde, mejor.

Los más viejos del lugar recordaréis que en otros tiempos cerraban los comercios a las ocho “de la noche”. Es decir, que a las 20 horas, y con oscuridad, ya se consideraba noche. Crédito Rucas, Cerón o el Bazar España cerraban más temprano que Zara y las otras tiendas que ha liquidado Amancio Ortega en la calle Columela. Recuerdo que poco después de la inauguración del centro de El Corte Inglés en Cádiz uno de sus jefes me dijo: “En verano nos interesaría abrir de madrugada. Cerramos a las diez de la noche, pero la gente empieza a venir una hora antes, cuando ya se han duchado después de ir a la playa”. Durante el día había poco público y se llenaba en la última hora.

A principios del siglo XXI, en los bares y restaurantes gaditanos, el horario punta para la cena era a las 23 horas. En verano puede que más tarde. Si llegabas antes, no había problemas. Pero gracias a los turistas de las vacas gordas (que cenaban a la hora de merendar en Cádiz, y llenaban los bares y restaurantes desde las 20 horas) el gaditano y la gaditana se han acostumbrado a cenar más temprano, o a quedarse sin sitio.

¿Y el Carnaval? Una sesión que no terminara en el Falla antes de las tres de la madrugada se consideraba una porquería. A excepción de la final, que terminaba a la hora en que se recoge el Perdón el Viernes Santo. Así cayó en desuso abrir los bares temprano, como en los tiempos del Lucero para los portuarios y los trabajadores de la Fábrica de Tabacos, que madrugaban de verdad, antes de las claras del día.

Ahora hay que acostumbrarse a otros horarios. Como en Europa, donde tienen jornada continua desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde. Por cierto, ya nadie dice si vamos a ahorrar más luz tras el cambio de la hora. Es igual: a fastidiarse. Tocan de queda.

José Joaquín León