SIEMPRE es bonito ver cinco cruceros en los muelles de Cádiz. Más que nada porque así se compensa otros días en los que aparecen medio vacíos. Este año, según los datos publicados, no hay motivos de queja, porque se esperan más de 300 cruceros, lo que equivale a casi uno al día. Sobre esta forma de turismo existe mucha literatura urbana, con grandes partidarios y algunos detractores. No es para criticarlo, al contrario, pero tampoco se deben olvidar las circunstancias del impacto. Ayer llegaron unas 12.000 personas a la ciudad, que según la media de gastos calculada, debieron dejar un impacto económico de más de 400.000 euros. No está mal para quien le toque, aunque comparado con la ITI es una minucia.

Aunque vinieron cinco no eran de los más grandes. El mayor fue el MSC Preziosa, que entre turistas y tripulación desplazaba a unas 4.600 personas. Una cuestión a considerar son los horarios. A las ocho de la mañana ya habían llegado cuatro de los cinco cruceros. No está de más recordarlo en una ciudad donde algunos comercios abren poco antes de las 11 de la mañana. Siempre se puede desayunar primero, es verdad. Otro aspecto curioso de los horarios es que algunos cruceros se largan a las cinco de la tarde o poco después; esto es, antes del horario vespertino de algunos comercios. Un desfase costumbrista que a veces se ha corregido.

Las salidas de los barcos nos llevan al eterno dilema del puerto base. Los cruceros tienen un importante impacto económico para el turismo de Cádiz. Sin embargo, falta redondear. Son turistas de pocas horas, de menos de un día. No hacen aquí ni las tres comidas. Tampoco pernoctan en los hoteles. Ni frecuentan la noche gaditana, con sus alicientes ignotos. Los cruceristas son unos turistas de orden, de costumbres diurnas, e incluso tempraneras. Las noches y madrugadas se viven en los barcos.

Todas las ciudades con puerto aspiran a ser bases de cruceros. Esto no sólo se le ha ocurrido a José Luis Blanco, sino a todos los presidentes de todos los puertos. También es cierto que se deben adecuar los alicientes culturales y comerciales a la realidad de los que llegan. Si no existe esa adaptación, las quejas sobran, porque se trata de una oferta inadecuada a la demanda.

Poco a poco, se ha mejorado. Ahora estamos en la temporada alta de cruceros, no lo olviden. Mayo siempre fue un mes bonito en Cádiz, aunque no hay nada de particular. Ese fue el argumento para el traslado de las Fiestas Típìcas Gaditanas. Entonces no había cruceros, sino el Vapor de El Puerto. Nunca se ha entendido que el principal aliciente de Cádiz debería ser Cádiz.

José Joaquín León