A propósito de Manuel de Falla, al que recordamos en esta semana coincidente con el aniversario de su fallecimiento (que se conmemoró el 23 de noviembre), es curioso rememorar sus relaciones con José María Pemán. En el Cádiz de la República, la Guerra Civil y la posguerra fueron dos grandes personajes culturales de la ciudad. Después Pemán ha sido linchado injustamente, por un revanchismo sectario y manipulador de la realidad. Así ha perdido el nombre del teatro que le fue dedicado en el Parque Genovés. En ese sentido, como recordé en el Palillero del miércoles pasado, Falla ha tenido más suerte. Gracias a su desapego político. Falla se autoexpulsó de aquella España cainita.

El llamado Gran Teatro ya había sido dedicado a Manuel de Falla en 1926. No se puede olvidar esa dualidad: el de Falla era el gran teatro cubierto de la ciudad, y el de Pemán al aire libre. Las relaciones entre Pemán y Falla han sido objeto de controversia. Ambos tuvieron amistad. Ambos compartieron la fe católica, pero Pemán era político y Falla no.

Manuel de Falla optó por exiliarse a Argentina en septiembre de 1939, pocos meses después de ganar Franco la Guerra Civil, cuando ya había empezado la Segunda Guerra Mundial. Murió en Alta Gracia en 1946. Fue un exilio voluntario. No era un perseguido político. El régimen franquista quería que se quedara en España. Le ofrecieron una pensión vitalicia por volver; y en 1940, ya exilado, le concedieron la gran cruz de Alfonso X el Sabio.

En 1937, durante la guerra, Falla había compuesto un himno militar para las tropas de Franco. Aceptó el encargo a regañadientes, a instancias de su amigo José María Pemán, que lo propuso para ser director del Instituto de España, un cargo al que renunció Falla alegando motivos de salud. Antes de eso, en la Segunda República, Manuel de Falla, que era un católico fervoroso, había escrito al presidente Alcalá Zamora para que detuvieran “el proceso de desevangelización” de España, y sobre todo para que impidieran las quemas de iglesias y conventos. Falla mantenía amistades en las dos Españas. Nunca le perdonó a los franquistas una de sus grandes canalladas: el asesinato de su amigo Federico García Lorca. Un horror que indignó a otros intelectuales de derechas.

Falla y Pemán compartieron inquietudes, y también discreparon. Son dos insignes personajes gaditanos. Por eso le dedicaron un teatro a cada uno. Por eso, cuando Falla murió, Pemán defendió que fuera enterrado en Cádiz. Los dos duermen el sueño eterno en la cripta de la Catedral, en la ciudad donde nacieron.

José Joaquín León