LA política cultural en Cádiz (o en Honolulú) no debe ser de izquierdas ni de derechas, sino cultural. En la ciudad de Cádiz, a diferencia de otros asuntos, en este no hay sectarismo ideológico, ni revanchismo, ni cosas así, sino que no hay nada de nada. Y creo que no es por mala intención, ni siquiera por falta de medios, sino por falta de ideas. Lo primero es ubicarse, saber lo que quieren. Por ahí se empieza a fallar. Tampoco hay un liderazgo relevante. A Kichi sólo le interesa el Carnaval, cuyo aspecto cultural es secundario frente a lo festivo. A la concejala Lola Cazalilla la van a volver loca, y en los últimos tiempos se ha venido a menos. Ahora emerge Paco Cano, con sus propuestas sobre el rico patrimonio cultural gaditano que está desaprovechado.

Partimos de otro concepto a tener en cuenta: la política cultural en Cádiz es importante. Viene dando tumbos desde el primer Ayuntamiento democrático de Carlos Díaz, pasando por el de Teófila Martínez, que la tenía como uno de sus retos para el 2012. Por ello, en los tiempos de Teo, el Ayuntamiento se afanó en contar con nuevos espacios para sumar a los ya existentes. El resultado es que ahora el Ayuntamiento puede disponer para sus actividades de la Casa de Iberoamérica (que debería ser la joya de la corona, digo de la república cantonal), además de los castillos de Santa Catalina y el abandonado de San Sebastián, baluartes varios, el ECCO en los antiguos cuarteles, lo de la Puerta de Tierra, los depósitos de la Tabacalera (que iban a ser como el Matadero de Madrid), así como teatros: Falla, Cómico, La Lechera… Y algún día el nuevo Pemán (digo Parque). El Gobierno Militar se lo permutaron a la Universidad a cambio del llamado Rectorado, en la calle Ancha, bello edificio donde ha habido de todo, hasta la Jefatura Provincial del Movimiento. Y les quedan el Casino Gaditano, y el Museo del Carnaval junto a la Torre Tavira. Y las fachadas del Mercado en la Plaza. Y…

El Ayuntamiento de Cádiz dispone de todo eso y más, y no sabe qué hacer. Insisto: no es por motivos políticos, ni lo debería ser. Un cuadro o un poema es bueno o es malo, más allá de la ideología del autor. Me atrae leer a Rafael Alberti no porque sea comunista, sino por sus poemas (aunque no todos). En general, son mejores los escritores y los artistas de izquierda que los de derecha, porque es más fácil y rentable ir de progres por la vida, aunque luego algunos se comporten como cernícalos. El problema no es ese, sino la crisis de identidad. Creo que hace falta un pacto leal y generoso con las entidades culturales de Cádiz para que no pasemos del desastre al caos.

José Joaquín León