HOY es Viernes de Dolores. En otro tiempo, en otro lugar, en otras condiciones, se hablaría de la Semana Santa inminente. Era el día en el que los cultos anticipaban la Pasión, con las primeras procesiones en Cádiz, Jerez y otras ciudades de la provincia. Sin embargo, este año será diferente. Y ya ni siquiera recordamos el alcance del mal: sufrimos una pandemia que ha originado en España casi 75.000 muertos (según las cifras oficiales, probablemente son muchos más), en apenas un año. Y todavía no se ha puesto el punto final de esa cifra macabra. En los hospitales, este viernes, seguirán los dolores de cientos de personas que van a morir, hoy o en los próximos días. Antes eran un número (888, decíamos), ya parece como si no existieran. ¿Quién sabe cuántos murieron ayer? 320 en España. ¿Pero a quién le importa el frío dato de los cadáveres cotidianos?

Casi 75.000 muertos (y los que están por venir) merecerían mayor respeto. Ese número es algo inferior al número de habitantes de El Puerto de Santa María o Chiclana, y es superior al de Sanlúcar de Barrameda o La Línea de la Concepción. Es decir, un municipio con casi 75.000 habitantes sería uno de los más poblados de la provincia. Por no salir de la Bahía, superaría la población sumada de Puerto Real y Rota. Y, sin embargo, es una cifra asumida, que nos ha llevado a una realidad impensable hasta hace un año.

La pandemia empezó con una épica belicista. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decía en sus alocuciones televisadas que era como una guerra y que la íbamos a ganar. Ha pasado más de un año y los ardores del guerrero se han rebajado. Se ha puesto de perfil bajo. Han entretenido a la población con otros asuntos y con batallitas políticas que han vuelto al primer plano. Han suavizado o endurecido las medidas sin ton ni son, según las fiestas, o según las protestas. Simón & Illa dijeron muchas veces digo donde decían Diego, ¿o era al revés? Lo mismo nos da, pues eran sonidos del silencio.

Y así hemos llegado a otro Viernes de Dolores. Abrimos los periódicos, conectamos la radio, vemos la televisión, y sigue presente la misma pandemia. No es igual que hace un año. Ahora se pone énfasis en otros asuntos, mientras la realidad de los muertos importa menos. ¿Para qué regodearnos en los dolores, si la vida sigue? Sólo quedará el lamento y el recuerdo de quienes lo padecen. Los esposos y esposas, los hijos e hijas, los nietos y nietas, los amigos y amigas… Las familias rotas, que al llegar un nuevo Viernes de Dolores, miran al cielo y sólo pueden ver luz cuando les queda un último resquicio de esperanza.

José Joaquín León