TRAS publicarse el pasado viernes mi artículo sobre la retirada de la placa en la casa natal de Pemán, me enviaron muchos mensajes para felicitarme y apoyar que Cádiz no se trague este atropello. He visto más sensibilidad que en las ocasiones anteriores contra el injustificable odio a Pemán que practican Kichi y Martín Vila. El Ateneo, por medio de su presidente, José Almenara, ha pedido la reposición de la placa, y la Real Academia Hispano Americana ha elaborado también un comunicado de repulsa solicitando que se reponga. La Consejería de Cultura de la Junta, que asimismo lo ha criticado, debería obligar a que la lápida artística, obra de Juan Luis Vassallo, sea instalada de nuevo en la fachada de la casa natal.

Pero, además de protestar, hay que organizar un gran homenaje a José María Pemán en Cádiz. Es decir que su ciudad, a la que escribió, a la que amó y defendió, y donde vivió, le dedique unos actos culturales de desagravio. En 2022 se cumplirán 125 años de su nacimiento, que tuvo lugar el 8 de mayo de 1897 en Cádiz. Es una oportunidad ideal para recordarlo.

Entre las instituciones que mucho le deben a Pemán están el Ateneo, las Academias Hispano Americana y de Bellas Artes, el Casino Gaditano, la Cofradía del Nazareno de Santa María… Y la Universidad de Cádiz, por supuesto. Supongo que la Fundación Cajasol, radicada en la Casa Pemán (es decir, en la casa de San Antonio donde vivió el escritor), podría patrocinar un homenaje para difundir su vida y su obra. Y que otras entidades podrían colaborar, además de la familia del escritor. También debe apoyarlo la Consejería de Cultura, que ha honrado a literatos de menos fuste.

Podemos organizar una plataforma, o algo parecido. Quede muy claro que los actos culturales de homenaje y desagravio a José María Pemán no se plantearían desde el revanchismo, el odio y la politización, sino todo lo contrario: desde la verdadera memoria histórica. Se trataría de dar a conocer la polifacética vida de don José María, cuya forma de ser, pensar, escribir y vivir ha sido manipulada y deformada de un modo injusto y cruel.

Pemán fue sobre todo un monárquico, al que Franco toleraba a regañadientes, y que le planteó problemas serios en la posguerra. Rafael Alberti, un comunista que participó en la guerra civil, se reconcilió con Pemán. El nuevo régimen democrático le condecoró en 1981 (un año antes de que Felipe González llegara a la Moncloa) con el toisón de oro. No se entiende que hoy sea un proscrito, por el capricho de quienes aplican la memoria con un sectarismo intolerable. Es una vergüenza para Cádiz.

José Joaquín León