UN conflicto grave no se puede reducir a los aspectos más llamativos. En los problemas de la Policía Local de Cádiz no podemos quedarnos sólo con si están o no están a pie de playa, a diferencia de lo que hemos conocido desde hace más de medio siglo, o con los incidentes acaecidos en la plaza de San Juan de Dios. Este conflicto no puede verse como la Policía Local por un lado y el Ayuntamiento por otro. Porque es la Policía del Ayuntamiento, y es la Policía que se paga con los impuestos y multas de los gaditanos. Por tanto, deben estar todos en el mismo lado, que es el de Cádiz. A nadie beneficia este conflicto. Y si hay que poner la cabeza de algún concejal en bandeja, que la pongan. Es preferible a eternizar un enfrentamiento que necesita soluciones profundas y estables.

La Policía Local que recordamos es la de aquellos agentes de impolutos uniformes blancos, que recorrían la orilla de la playa Victoria poniendo multas a todos los niños que practicaban juegos de pelotas. Estaban prohibidos, así fuera el fútbol o las palas del tenis-playa, y sólo se permitían a partir de que la muchacha del altavoz decía que los servicios de playa habían terminado. Eso ya era así en los tiempos de José León de Carranza y Jerónimo Almagro, incluso en los de Emilio Beltrami. Pero siguió siendo más o menos parecido con Carlos Díaz, del PSOE, y con Teófila Martínez, del PP.

Es decir, que quien se ha cargado a la Policía Local de Cádiz es José María González Santos, más conocido como Kichi. A pesar de que en su primera etapa tenía en el Gobierno Local a David Navarro, procedente de la Policía Local, sin que sea necesario profundizar en más detalles. Esa Policía Local del casco blanco es de portada de libro de Julio Molina Font, editado por Mayi, y conservamos su memoria histórica.

A la gente le gustaba que le quitaran las multas. Eso sólo se conseguía con una recomendación o un enchufe. Eso pasó a ser una prevaricación. Cuando el recordado Evelio Ingunza era el concejal de la Policía Local, le pagaba las multas de su propio bolsillo a algunas amistades, incluso pagaba algunas tasas a hermandades, y te lo decía a posteriori. Era como un regalo que hacía, como una convidá a la multa. Todo era como más familiar. Los policías no tiraban botes de humo a los concejales ni a las concejalas, porque se dedicaban a otras funciones, como recorrer las playas motorizados hasta las mismísimas dunas de Cortadura, la zona playera más verde.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? Eso escribió Jorge Manrique. A pesar de que el poeta no conoció a Kichi.

José Joaquín León