LA Junta de Andalucía ha sido magnánima, clemente y misericordiosa con Conil. Modificando porque sí las normas establecidas, han optado por no darle un rejonazo de muerte al turismo en pleno mes de julio. Por eso, a diferencia de lo que era habitual en los municipios con tasas de más de 1.000 contagiados por 100.000 habitantes (1% de la población), han evitado medidas extremas para Conil, como el confinamiento perimetral y el cierre de todo lo no esencial, incluidos los bares, restaurantes y locales de jolgorio. Pero en Conil deberían reflexionar, antes de matar la gallina de los huevos de oro. El aumento de contagios no ha sido por casualidad, ni por mala suerte, como lo certifican algunos vídeos que circulan por las redes sociales. El desmadre nocturno de los jóvenes y el turismo de medio pelo descontrolado han perjudicado la imagen de una población que compite en el segmento del turismo de calidad.

Conil, desde hace años, ha gozado de fama entre la muchachada alegre para el frenesí de las noches estivales. Con los viajes de fin de curso, Conil ha multiplicado los contagios, junto a Mallorca, el Algarve y otros destinos. Es curioso que a la costa de Conil, como a la de Chiclana o Barbate, incluso a Tarifa, en las revistas de cotilleos se las cita con el genérico de Cádiz, que engloba toda la costa. Mientras que en este caso a Conil se la ha denominado Conil, de modo que no afectara al resto del turismo gaditano.

No obstante, en el ranking de las tasas de contagios, los movimientos del verano se están notando. Tarifa ya está por encima de los 500, mientras Barbate, Chiclana y Sanlúcar se encuentran por encima de los 200, a los que Cádiz capital se aproxima. Desde que Pedro Sánchez animó a no utilizar mascarillas en exteriores, y cierto sector de la juventud se dedicó a emborracharse, el oleaje pandémico ha crecido. A pesar de las vacunas. Y sí, gracias a las vacunas, no estamos encerrados, y no hay tantos muertos como en los primeros meses, pero demasiados jóvenes están contribuyendo a propagar la pandemia, con riesgo de más ruina.

El alcalde de Conil, Juan Manuel Bermúdez, se ha quejado. En la pandemia, todas las administraciones se culpan, sin que acrediten su propia eficacia. El Ayuntamiento de Conil también tiene competencias y el desmadre se le fue de las manos. Quejarse a posteriori es lo fácil. Prevenirlo a tiempo es lo necesario. Conil debe elegir su modelo turístico. Si quieren ser un referente de calidad, no pueden tolerar lo que ha ocurrido. Aunque se hayan salvado por los pelos, de momento. Al final, lo barato puede salir muy caro.

José Joaquín León