ES un éxito que hayan inaugurado el Museo de Camarón en San Fernando. Como suele pasar con los museos de esta tierra, su puesta en marcha no ha sido fácil. Pero lo abrieron para las visitas, con las restricciones de la pandemia eterna. La apertura debería servir de recordatorio para Cádiz, una ciudad muy culta (leído sea con cierta ironía), donde los museos son vilipendiados, y de ellos se habla mucho y se hace nada o muy poco, por lo que se diluyen en el tiempo. Cádiz es una ciudad con proyectos de museos fantasmagóricos. Por eso, el de Camarón viene a demostrar que todo lo que no se abre al público es un museo inútil, una estratagema o un cuento chino.

Camarón de la Isla está ensalzado como una leyenda del flamenco. Para los más puristas, no fue el mejor cantaor de la historia. Pero es innegable su importancia en la renovación de un arte andaluz que amenazaba con entrar en decadencia. Si nos fijamos en los valores artísticos del Museo de Camarón, no es igual que otro museo donde hay obras de Zurbarán, Murillo, Alonso Cano y Rubens, además de una excelente colección del arte fenicio y romano, entre otras. El Museo de Camarón está centrado en la vida y la trayectoria de José Monge Cruz, en su personalidad, sus valores como artista y su biografía.

Sin establecer comparaciones odiosas, se puede apuntar que la importancia como artista de Camarón de la Isla no es superior a la de Manuel de Falla como principal músico español del siglo XX. Sin embargo, es disparejo el trato que le han dado en San Fernando a uno y en Cádiz al otro. Ciertamente, Manuel de Falla, al que medio mundo considera granadino, está enterrado en la Catedral gaditana, al lado de José María Pemán, que mucho se esforzó para que el ilustre músico durmiera allí el sueño de los justos. Pero Manuel de Falla carece de un museo en Cádiz. Una historia sobre la que se ha escrito y es bastante conocida.

Tampoco se ha inaugurado todavía el Museo del Carnaval, donde algún día se expondrá algo. El alcalde Kichi organizó un paripé de visitas al palacio de Recaño, última sede que se aprobó, después de los anteriores intentos fracasados. Sin embargo, a pesar de los presuntos avances, ningún turista (ni gaditano siquiera) ha visitado el Museo del Carnaval con todos sus avíos expuestos.

Ser gaditano ilustre es lo más triste que hay. Te retiran las placas conmemorativas, no te dedican museos, te insultan si eres beato en la flor de santidad, nadie te lee, nadie valora tus obras… Es mejor que emigres, si quieres destacar. Ser gaditano ilustre es una pena, y se está perdiendo.

José Joaquín León