LA voz cantante en el cambio de fechas del Carnaval es Lola Cazalilla, concejala de Fiestas (y de Cultura). En el foro de pantomima que organizaron fue ella la que explicó las inexplicables razones del cambio para crear otra vez las Fiestas Típicas Gaditanas. Sin embargo, no hemos caído en la trampa. La culpable no es ella, sino Kichi. Pues todo el mundo sabe en Cádiz que el alcalde es quien ordena y manda en el Carnaval. Está intentando controlar y manipular desde que llegó al sillón de la plaza de San Juan de Dios. En otros asuntos no intervendrá, pero en el Carnaval no se mueve nada sin su consentimiento. Ha conseguido la organización, tras liquidar las competencias del Patronato. Y ahora sólo manda él. ¿Es mejor que el concurso del COAC lo organice el Ayuntamiento? ¿O era preferible la autogestión? Los carnavaleros ya no pinchan ni cortan. Hacen de corderitos en los foros. Manda Kichi.

El alcalde es más listo de lo que algunos creen, ya que para ser alcalde hay que tener un mínimo de listeza, incluso de inteligencia. Ha aprendido a poner a otros por medio, a incinerar, para librarse él de las llamas. Así como el Martes de Carnaval era el día de quemar al dios Momo, Kichi ha aprendido a quemar a sus concejales y concejalas de Fiestas. Tres ha tenido y a los tres los ha quemado, y los ha sacrificado para escabullirse él. En eso no ha tenido miramientos. De Lola Cazalilla se hablaba como una posible sucesora de Kichi. Era hablar por hablar, una exageración. Nunca ha tenido ni tendrá liderazgo para eso, ni podría manejar la amalgama de anticapitalistas y podemitas. Sólo dispone de buena imagen pública, al tener estudios y poderse hablar con ella. Sigue, pero ya está quemada en la pira del dios Momo, o la bruja Piti. Kichi es como Nerón, de vez en cuando.

Antes también quemó a otros dos concejales de Fiestas anticapitalistas o lo que fueran: Adrián Martínez de Pinillos y María Romay. Eran un muchacho y una muchacha en la flor de la juventud, sin experiencia política, con aspecto de estudiantes, que hicieron un máster de Paridas en el Ayuntamiento para seguir las tesis de su profesor. Adrián no era carnavalero, ni capillita, pero tuvo que dar hasta un voto-pregón en Santo Domingo el día de la Patrona, antes de ser linchado políticamente. María se disfrazó de diosa Gades de Vassallo (el autor de la lápida de Pemán), además de prohibir las ninfas por machistas, y era simpática, y tenía esa mezcla de ingenuidad y ganas de agradar de los becarios, pero la quemaron en el Carnaval, que confunde a los concejales con Momo y Piti.

¿Y quién es el que enciende la cerillita? Ahí sigue el tío.

José Joaquín León