EN el artículo del pasado miércoles, me refería a que Cádiz aún vive con ideas y actitudes del siglo XIX y que ese es el motivo principal que dificulta el progreso. En los incidentes de la huelga del Metal se ha relacionado esa conflictividad con las broncas de hace 45 años en los astilleros. Pero incidentes en Cádiz y batallas campales para protestar los hubo con anterioridad. El próximo domingo, 5 de diciembre, se cumplirán 153 años de la sublevación y guerrillas callejeras de los denominados Voluntarios de la Libertad, uno de cuyos comandantes fue Fermín Salvochea. Ese espíritu es el mismo que sigue presente, con su tataranieto político, el alcalde Kichi, aunque más civilizado, ya que no empuña armas, sino un megáfono.

Aquellos incidentes de diciembre de 1868 (ocurridos poco después de la Revolución de la Gloriosa, que también se inició en Cádiz) empezaron con una huelga y duraron siete días. Hubo cruentos enfrentamientos entre milicias ciudadanas y las tropas militares. Tras una semana de violencia, con 56 muertos y 145 heridos, se alcanzó un acuerdo para la entrega de las armas, con la mediación de cónsules extranjeros. Huyeron de la ciudad 32.000 personas. Una parte de los que huyeron no volvieron. Ni qué decir tiene que no es lo mismo de 2021, pero ocurrió.

¿Cádiz tiene una fama revolucionaria que espanta a los inversores? Pregunten a los empresarios que invierten en Madrid. Los Anticapitalistas (nombre de por sí poco atractivo para el empresario) aportan un concepto de la industria que es propio del marxismo del siglo XIX. Van por la primera revolución industrial todavía. ¿Se puede dedicar una calle al Proletariado del Metal en 2021? El nombre es decimonónico. El proletariado ya no es lo que era. Estamos en los tiempos de la I+D+i, la innovación y la tecnología. La Zona Franca debería ser como un Silicon Valley a la gaditana para startups y nuevas tecnologías. No se rían, que lo digo en serio.

La industria, la aeronáutica y los astilleros son esenciales para Cádiz, pero hay otras actividades que también generan riqueza. No se puede despreciar al turismo. Baleares vive del turismo, y tiene una renta per cápita que ya la quisiera Cádiz. En Baleares aprovecharon los beneficios turísticos para reinvertirlos en empresas, que han colonizado la costa gaditana por falta de iniciativas propias. El turista no es un invasor en el siglo XXI, ni tampoco es un viajero romántico como los del XIX.

Vivir con un siglo y medio de retraso, estar al margen del mundo, crear un cantón ideológico, ese es el gran problema de Cádiz. No verlo así sólo sirve para prolongar el engaño.

José Joaquín León