ATRÁS quedan los días litúrgicos del Carnaval, con coplas callejeras que rompieron el silencio y que mantienen las costumbres. El poder lo admite a regañadientes, como a regañadientes fue obligado a aceptar un martes de Carnaval festivo, cuando ya habían desplazado la fiesta a otros días, que no eran los suyos. En el aire se mezclan las coplas con los ecos remotos que llegan desde el otro extremo de Europa, donde no hay chirigotas, sino que se juegan la libertad palmo a palmo, de verdad, no de boquilla; y no en una batalla de coplas, sino en una batalla de verdad. Los aviones rusos bombardean, los misiles alcanzan objetivos, y en el fragor de la batalla pierden los mismos de siempre, las víctimas del tirano. En Madrid se organizó una manifestación que ha sido la única del mundo libre “contra Putin y contra la OTAN”, equiparando al invasor con quienes defienden la libertad, en su nostalgia de un comunismo perdido.

Todavía hay personas que viven en un mundo de fantasías, anclados en los complejos del pasado, mientras otras personas mueren en el mundo de la realidad, en un presente turbio de odios. Calles vacías, edificios destrozados, terrenos quemados, cristales rotos, regueros de sangre en las puertas o en los adoquines de las calles, huida de los niños y las mujeres a los refugios... Bajo tierra se esconden las ratas y la pobre gente en los días de guerra. Huyen de lo que sucede en la superficie, donde el mal avanza rampante, con la prepotencia del invasor, que es contenido a duras penas, con el precio de la vida en juego, lo único que tienes como último patrimonio, cuando la patria es la libertad y rendirse es la humillación.

Así llegamos a un Miércoles de Ceniza, que es un miércoles de cenizas en Ucrania. Parece un país lejano, pero está también en la Europa que se desangra por el este, en unos días aciagos que parecían imposibles de vivir para esta generación. Las cosas materiales que los ilusionaban ya no tienen ningún valor, cuando es la supervivencia lo que está en ese juego bélico. Este Miércoles de Ceniza es un miércoles de todas las cenizas, en el que recordamos, con más intensidad, que somos polvo en el tiempo, y que polvo volveremos a ser, antes o después; un polvo esparcido entre las cenizas de la destrucción, como en todos los martirios.

El hombre y la mujer no viven en un paraíso terrenal, se aferran a mentiras para construir sus sueños. A veces se desvanecen como un castillo de naipes, o se rompen los cristales de la vida con las bombas que tiran los fanfarrones de nuestros días. Queda la esperanza eterna del más allá, pero hoy las cenizas proclaman las miserias del más acá.

José Joaquín León