LA calle de Emilio López en Cádiz fue inaugurada el pasado viernes. Era el día de la final del concurso del Carnaval bis y también el día en que la Hermandad del Rocío de Cádiz atraviesa Doñana. Dos actividades de las muchas que él solía informar. Y aunque se suele decir, con razón, que Emilio cubrió una importante labor informativa del Carnaval y la Semana Santa, del Rosario y el Carmen, se olvida a veces que fue también el periodista más rociero de Cádiz. Aunque no en el sentido tópico, sino de embarques en Bajo de Guía y de cubrir esa ruta por los caminos y arenales de Doñana, que nos recuerdan la Argónida de Caballero Bonald y que tienen un significado entre místico y mítico. Es llamativa esa coincidencia. Como lo es que su nieta, llamada Rocío, haya sido la pregonera infantil del Carnaval de 2022 celebrado en Pentecostés.

Yo no sé lo que hubiera opinado Emilio López de eso, aunque me lo imagino. Emilio era una de las personas más conocidas y queridas de Cádiz. Sin embargo, no eran tantos los que conocían de verdad al Emilio López más profundo. Era un hombre educado y amable con todos. Pero era un fino retratista y sabía distinguir la realidad de las apariencias. Y era un perfecto conocedor del jartible gaditano.

Antonio Burgos escribió sobre las diferencias entre la gracia gaditana (que surge de la simpatía) y la guasa sevillana (que es malange). Yo añadiría que también existe la guasa gadita, que no es malange, sino que tiene gracia y es simpática, pero que te hace un perfil a la medida en menos de un minuto. Emilio López Mompell era un artista en eso, y tenía gracia, pero también su guasa gadita.

Seguro que Emilio hubiera disfrutado con su calle, que es céntrica, comercial, con luz y olor a mar. Sobre todo le hubiera gustado porque disfrutaron su mujer, Ascensión Vázquez, y sus hijos, Emilio y Ascen, que en algunas cosas son clavaítos al padre. Aunque hubiera sido mucho mejor que Emilio estuviera hoy vivo y no tuviera esa calle todavía. Por culpa de un cáncer, le faltaron dos o tres décadas de vida para escribir unas memorias que hubieran sido el fiel reflejo del Cádiz de su tiempo.

Un tiempo que Emilio contó en este Diario, el de la familia Joly y el de todo Cádiz. El Diario de la calle Ceballos y el Mentidero, con los vendedores de pescado fresco, los cafelitos pedidos a Edu y Quico, las loteras no oficiales, y con González el regente y con Ildefonso el marqués, Antonio Perea el de los adelantos, Kitty Pastor en el teléfono y tantos queridos compañeros. Un tiempo que siempre permanecerá vivo con el recuerdo de Emilio.

José Joaquín León