NI revancha, ni olvido. Mañana terminarán oficialmente los ocho años de kichismo en Cádiz. Vuelve la Alcaldía a estar gobernada por el PP. Sin embargo, todo da a entender que Bruno García será un alcalde de diferente estilo al de Teófila Martínez. La alcaldesa que estuvo al frente de la ciudad desde 1995 a 2015 protagonizó una gestión decisiva en ese periodo histórico, y avalada por unas mayorías absolutas que parecían eternas. Nadie imaginaba, a priori, lo que podía pasar en 2015, cuando el PP de Teófila aún fue el partido más votado, pero no pasó de los 10 concejales. Y el pacto de las izquierdas (que fueron tres, los anticapis de Podemos, los de IU y el PSOE, aunque los socialistas no entraron a gobernar) llevó a la Alcaldía a un activista conocido como Kichi, que pasaría a ser el alcalde de capital de provincia más estrambótico de España.

Ustedes recordarán aquel día. No hay que insistir en los detalles folklóricos de lo que sucedió. Ni en los apoyos carnavaleros de quienes creían que estaban con Fidel Castro en Sierra Maestra. Aquellos asuntos anecdóticos, que tanto dieron que hablar, y que construyeron una imagen pésima para Cádiz, que condicionó lo que sucedió después. La foto de los concejales que acudieron a parar un desahucio en la calle Benjumeda dio la vuelta a España. Después tampoco se dedicaron a eso, pero la primera impresión les marcó como antisistemas.

Cuatro año después, en 2019, las elecciones llegaron en un momento muy malo para el PP. Se sabía que no podrían gobernar sin mayoría absoluta. No la consiguieron. Además, el buen momento que disfrutó entonces Ciudadanos dividió y contribuyó a facilitar la victoria del kichismo. Con esa bicefalia que formaban Kichi y Martín Vila para que su lugarteniente pareciera el malo (o el listo), llegado el caso. Los últimos cuatro años han sido los de la definitiva desilusión.

Se le debe reconocer al alcalde Kichi su buena voluntad. Supongo que él mismo se cree que Cádiz está mejor que cuando llegó a la Alcaldía. O que lo dice como una mentirijilla piadosa, para no reconocer que ha ganado ocho años de fama, mientras perdía ocho años de su vida, que quizá pudo dedicar a otros asuntos propios. Lo peor es que Cádiz también los ha perdido. Se quedó al margen del tiempo. En la ciudad sólo se ha invertido en abrir bares. Parece que no hay más negocios rentables. Grandes obras, ninguna. Pequeñas, tampoco. Administrar la pobreza, con más voluntad que acierto. Para cambiar la rutina de la ruina se necesita un tiempo nuevo.

José Joaquín León