PARA ser fraile piden tres votos: obediencia, castidad y pobreza. Para ser alcalde o concejal no piden todavía esos tres votos, pero en la práctica es como si los exigieran. Obediencia al líder, que es como un papa civil, y que lo expulsará del partido si lo critican. La castidad es imprescindible en estos tiempos, en los que por un beso de pico no consentido y difundido en TVE piden 4 años de cárcel y lo consideran un violador, mientras que por montar un golpe de Estado subversivo conceden una amnistía de rositas y puñitos. Y la pobreza es la garantía de ganar el cielo, pues a los ricos los fríen a impuestos y no pasan por el ojo de una aguja, y no son de sumar, sino de restar. Así que un concejal debe ser obediente, casto y pobrecito. O que se dedique a otra cosa, aunque se condene. Además hoy en día existe la transparencia, que es como confesarse en público y sin cura.

En Cádiz también está el Portal de Transparencia, donde se ve lo que ha cometido cada uno. “Yo, pecador, me confieso a Dios y a vosotros hermanos gaditanos, porque tengo un coche utilitario, una bicicleta pinchada, un patinete eléctrico, una amiga consentida en Puntales y 50 euros en el banco situado al lado de la plaza de las Tortugas. Donde duermo por las noches, pues todavía no me ha dado la vida para comprarme un piso como el de ustedes, que me acusan de chorizo. Y Hacienda no me ha incluido nunca en la lista de famosos que defraudan”.

La gente saca sus conclusiones. Vamos a centrarnos en el alcalde, Bruno García. A algunos les parece increíble que Bruno, después de ser concejal de Turismo con Teófila, y parlamentario de Andalucía, no tenga propiedades urbanas ni rústicas, y viva de alquiler, como un becario. En estos años se podría haber comprado un pisito en Cádiz, otro en Jerez y un terrenito en Chiclana para un chalé alegal. Pero no. Se ha gastado el dinero en dos coches, un Volvo XC60 y un Toyota Corolla. Tiene un saldo de 4.200 euros y tres préstamos a pagar de 24.000, 23.000 y 9.000 euros. Y en el IRPF una base imponible de 49.977 euros. Esos son sus talentos. Y no les voy a contar hoy lo que se advierte en la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30).

El anterior alcalde, Kichi, era pobre. O eso decían. Tanto él como su pareja son profesores de instituto, que no están entre los principales adjudicatarios del ingreso mínimo vital. Bruno no es pobre, pero tampoco rico. Lo que el ojo no ve, te lo cuentan en el Portal de Transparencia. Con los votos de obediencia, castidad y pobreza, casi nadie quiere ser fraile. Ni concejal tampoco. Recemos por las vocaciones.

José Joaquín León