AL morir los escritores, las editoriales suelen tener el fino detalle de reeditar sus mejores obras. Esperemos que suceda esto con Antonio Burgos. Y no por un oportunismo fúnebre, sino porque ya no podrá aumentar una aportación tan sobresaliente para nuestra Andalucía. Entre sus obras, siempre destacarán las sevillanas. Pero tampoco se deben olvidar las gaditanas. El Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla publicó en 2018, en su colección de bolsillo, un libro titulado Discursos entre Sevilla y Cádiz, de Antonio Burgos. Incluía seis textos sobre Sevilla y nueve textos sobre Cádiz, rematados con el Pregón del Carnaval de 1988. En ellos, está el espíritu del mejor Burgos. Como lo está en las antologías de sus artículos.
Fernando Villalón es el autor de la frase “El mundo se divide en dos grandes partes: Sevilla y Cádiz”. Fernando Villalón, conde de Miraflores de los Ángeles y poeta que alternó con los del 27, tuvo mala suerte en la posteridad, quizás por ser conde. Su memoria nos viene dada, sobre todo, por el libro que escribió Manuel Halcón, titulado Recuerdos de Fernando Villalón y subtitulado Poeta de Andalucía la Baja y ganadero de toros. Al propio Manuel Halcón le pasó lo mismo que a Fernando Villalón: se les ha infravalorado y colgado la etiqueta de señoritos de alta cuna en Andalucía la Baja. Esta es una denominación de origen geográfico que ya no se usa, y que comprende el triángulo del arte, formado por Sevilla, Jerez y Cádiz, con sus extensiones de los Puertos y Doñana. Es decir, el territorio sagrado del flamenco, los toros y una literatura que nos puede llevar desde Villalón y Halcón, hasta Joaquín Romero Murube y José María Pemán, pero también a Rafael Alberti y José Manuel Caballero Bonald, entre varias perspectivas. Una Andalucía a la vez señorial y popular, a la vez agraria y marinera.
Lo escribió Fernando Villalón: el mundo se divide en Sevilla y Cádiz. Pero, en justicia, se debe añadir que quien popularizó ese concepto, lo practicó y lo elevó a dogma de fe fue Antonio Burgos. Que siempre citó a Villalón, pues él era partidario de valorar a los autores y no darles mangazos.
Esa división del mundo la propagó Antonio Burgos, admirador de Villalón, de Halcón, de la Baja Andalucía y también de la Alta, del tercer mundo y de la vida que corre por las esquinas. Su funeral, muy solemne, se celebró en la parroquia sevillana del Sagrario. Y el público que llenó el templo fue como una antología de sus recuadros. Tan al pie del cañón que hasta supo dejarnos un último recuadro viviente después de muerto.
José Joaquín León