DESPUÉS de Rafael Alberti y José María Pemán, que eran de otra generación anterior, el escritor gaditano más importante del siglo XX es Fernando Quiñones. Desde el pasado noviembre, y hasta diciembre de 2024, se conmemora un año de homenajes a Quiñones, al cumplirse los 25 años de su fallecimiento. Debería servir para ponerlo en su pedestal, que es el de un gran escritor. Quizás injustamente minimizado en su posteridad por diversas cuestiones, entre ellas que se le suele mencionar como escritor chiclanero o escritor gaditano; y, siendo verdad, se le queda corto, porque simplemente era escritor. Tampoco le beneficia su campechanía, y que en Cádiz lo conocía todo el mundo. Una cercanía que parece impropia de los genios. Pues se supone que un genio debe estar oculto en la lámpara (o donde sea) y salir poco.

Cuando escribí el artículo de los escritores de la Baja Andalucía, me preguntaron si Fernando Quiñones no era de ese grupo. Sí y no. Escribió de lo gaditano y lo andaluz, del vino, los toros, el flamenco, el campo, lo marinero y todo lo propio del lugar. Sin embargo, lo trascendió claramente. Y él mismo se fue a vivir a Madrid, aunque regresara a Cádiz con frecuencia y aquí ejerciera también como promotor cultural con la creación de Alcances, que convirtió en la alternativa veraniega culturalista a los Festivales de España.

Para entender que Fernando no era sólo un escritor del terruño, hay que apelar una vez más a la cita de Jorge Luis Borges. Un texto que le generó muchas envidias. Le hubiera venido mejor quizás que lo elogiara otro argentino, Julio Cortázar, que era de izquierdas y más del gusto del progrerío del momento. Borges leyó a Fernando Quiñones en un concurso de relatos del diario La Nación, en 1960; y no se sintió atraído por la temática, que se basaba en el vino y los toros. Pero descubrió que, detrás de eso, en los cuentos de Fernando Quiñones, “estaba el hombre, su índole y su destino”. Por ello, Borges lo premió y le escribió un epitafio, al calificarlo como “un gran escritor de la literatura hispánica de nuestro tiempo, o, simplemente, de la literatura”.

Viajó mucho. Se casó con una artista veneciana, Nadia Consolani, que fue para él mucho más que una compañera. Cultivó todos los géneros literarios (poesía, relato, novela, teatro, ensayo, artículos) y supo crear un mundo propio. Fernando fue un chiclanero y un gaditano universal, desde el amor a su tierra. No se le puede reducir a la gloria local. Aunque disfrutara con sus baños en la Caleta y temblara ante el mar de Cádiz.

José Joaquín León