LA ciudad de Cádiz es como es. No tiene terrenos para agricultura, y limita su industria a la ya existente, con el Puerto (que va a ampliar su terminal de contenedores) y los astilleros (ahora especializados en reparaciones), además de la Zona Franca, que sirve para lo que sirve, y para algunas cosas que en otras ciudades se ubican en las periferias, y que no son totalmente industriales, como supermercados, gasolineras o tanatorios. Todo aporta empleo, es verdad. No obstante, la ciudad de Cádiz, por sus especiales características, su historia, su patrimonio artístico y sus playas, debe entender que el turismo es su principal fuente de riqueza. Y no entenderlo es propio de ingenuos, por no decir de idiotas.

En consecuencia, no se debe demonizar el turismo. No se debe cortar la mano que más puede dar de comer. Por supuesto, hay que regularlo. Por supuesto, los pisos turísticos se deben frenar, porque originan problemas adicionales para los alquileres y establecen una competencia desleal para la oferta de alojamientos. Por supuesto, si se implanta una tasa turística, o un peaje como el de Venecia, tampoco hay que rasgarse las vestiduras. Por supuesto, si llegan 9.000 cruceristas el 1 de mayo es previsible que gasten algo en la ciudad.

Por supuesto, en Cádiz hacen falta más hoteles. Sí, hacen falta más. Hay pocos, si se la compara con otras ciudades de nuestro entorno. Con Sevilla, Málaga, Granada o Córdoba. Incluso con Jerez y otros municipios de la provincia, donde la oferta de plazas hoteleras es mayor que la de Cádiz. En las Llaves Michelín, recientemente concedidas a 12 hoteles andaluces, no premiaron con ninguna a la capital gaditana, ni a la provincia tampoco, lo que demuestra que la oferta para el turismo de calidad es mejorable.

Por eso, es lamentable lo que ha sucedido con el hotel de Puerto América. Un fango burocrático, como el del hotel de Barceló en Renfe. En estos casos, como en el del Campo de las Balas,se debe gobernar con sentido común. Hasta en Cuba hay hoteles en primera línea de playa.

También sería conveniente rehabilitar edificios para hoteles temáticos. En su día, hubo un buen ejemplo: el de una empresaria gaditana, Josefa Díaz, en la calle San Francisco, con el hotel Las Cortes de Cádiz. Esas iniciativas son las que aportan efectos positivos a la ciudad. Si llega más turismo de calidad a Cádiz, aumentará el consumo, por lo que beneficiará a otros negocios, como bares, restaurantes, comercios, museos, servicios, etcétera. Quejarse sin aportar sólo genera pobreza.

José Joaquín León