LA provincia de Cádiz está considerada como la tercera más rociera, tras Huelva y Sevilla (o Sevilla y Huelva), pero esa clasificación admite matices. Hermandades del Rocío hay en los cuatro puntos cardinales de la provincia. No obstante, está fuera de dudas que la primacía rociera la tienen Sanlúcar de Barrameda (que además es el punto de embarque para cruzar en Bajo de Guía) y Jerez de la Frontera. La comarca del vino, se podría decir, porque El Puerto de Santa María, y la costa noroeste, con Rota y Chipiona, incluso Arcos, son las de mayor arraigo. En la Bahía de Cádiz también hay devoción rociera, pero sin ser la predominante, si se compara con otras fiestas. Y es un caso aparte la capital.

El Rocío mantiene una fuerte relación ganadera y agraria. Los municipios más camperos de la Baja Andalucía concentran el mayor impacto rociero. Por el contrario, no es un fenómeno urbano. Aunque las ciudades acojan las sedes de las principales hermandades. La identidad rociera, con sus tradiciones, se vincula con la ganadería y el campo andaluz. En Cádiz capital, coherentemente, la Hermandad del Rocío tiene su sede en la parroquia de San José. Era el antiguo territorio campero, pero ya no queda nada de las antiguas huertas, ni de las bodegas de Lacave y Abarzuza.

En Cádiz, algunos ven el Rocío como algo ajeno a las tradiciones de la ciudad. El Carnaval y la Semana Santa (en lo profano y lo religioso) son fiestas urbanas. El Rocío gaditano fue atendido en los tiempos de Teófila alcaldesa. Los rocieros gaditanos tienen gran mérito. No les dejaban pasear por la ciudad. A Kichi no le gustaba y se le notaba, porque puso todo tipo de pegas. Esta vez Bruno les ha permitido recorrer la Avenida sin tráfico y los ha vuelto a recibir en el Ayuntamiento. Antes de que rindieran pleitesía a la Virgen del Rosario y este año también al Nazareno en Santa María.

En este Diario, el periodista más rociero que había era el recordado Emilio López. Y a gaditano (y a gadita) no le ganaba nadie. Emilio López era aficionado al Carnaval y un enamorado de la Semana Santa gaditana sin contaminaciones hispalenses. Y, además, era un devoto rociero. Acompañaba a las hermandades gaditanas en su peregrinación por Doñana, parajes bellísimos, de los que regresaba más colorado que un tomate, por los soles gustosamente padecidos. Con esa devoción suya entendí que la Virgen del Rocío llama a sus hijos sin mirar el origen en el carné de identidad. Por eso, existen rocieros en todo el mundo. Incluso algunos que le rezan a la Virgen para que se salve el Cádiz CF. Milagro grande sería.

José Joaquín León