DESDE que pasó lo que ha pasado en Barcelona, se ha dejado de hablar de la turismofobia. Por el contrario, siempre se dijo que el turista es bienvenido en Cádiz. No hemos tenido incidentes xenófobos con nuestros visitantes. Si en la calle Plocia nos preguntan dónde está la calle Pasquín, jamás hemos tenido la tentación de enviarlos a la Punta de San Felipe. Tampoco el gaditano o la gaditana se han quejado de que Cádiz sea un parque temático. Es una moda que aún no ha llegado desde Sevilla, como el cangrejeo delante de los pasos, o el velador desatado. Sin embargo, en otras ciudades españolas que eran turismófobas (porque hay más turistas, básicamente) eso se ha dicho. Y se lo creen. En Cádiz, a pesar de los pesares, se aprecian ya algunos síntomas de la moda temática.

Por ejemplo, está lo temático de las puestas de sol. Hasta hace unos años, a las puestas del sol en la Caleta nadie les hacía caso. Todo el mundo sabía que el sol se ponía por allí todos los días. De vez en cuando, Hans Josef Artz, más conocido como El alemán del Ateneo, que mira Cádiz con ojos alemanes cultivados en la calle José del Toro, hacía unas fotos preciosas. Y la gente decía “¡Ah, qué bonito!”. Pero después empezaron los espectáculos en el castillo de Santa Catalina, con músicos alternativos interpretando canciones incomprensibles, saltimbanquis, tragafuegos, mimos y otros adornos, tambores del Tercer Mundo, etcétera, que ahora llaman banda sonora.

Después de eso, el turista temático, que ha admirado la puesta del sol y está como ciego (no es bueno verlas sin una protección adecuada) se va a la Viña. Ese barrio es así. En febrero, más carnavalesco que ninguno. En marzo o abril, más cofrade que ninguno. En noviembre, más milagroso que ninguno. Y en verano, con más pescado que ninguno. Desde que El Faro de Gonzalo Córdoba encendió la luz hasta lo que existe ahora, median muchos años de buscarse la vida. Pero en agosto están la calle de la Palma y sus aledaños, hasta la plaza del Tío de la Tiza, que parecen gigantescos bares, donde la ordenanza de veladores suena a poesía postista de Carlos Edmundo de Ory. Es decir, que no todos la entienden igual.

El Mercadillo Andalusí podría ser otro filón temático por explotar. ¿Una sola vez al año? ¿Dos días de agosto? Podrían organizar un mercadillo de moros andalusíes y cristianos de Alonso el Sabio durante todos los fines de semana del verano. Igual que esos puestos artesanos de la plaza de San Antonio. El Pópulo también se podría tematizar, con permiso de la autoridad y consenso municipal. Esta ciudad no es turismófoba, sino de origen fenicio.

José Joaquín León