ADEMÁS de puerto base de cruceros, el muelle de Cádiz debe ser una escala obligada para todos los buques escuelas que navegan por los mares y los océanos. Ya es puerto de salida y llegada para el Juan Sebastián de Elcano, pero debería incluirse en las rutas de todos. Por eso, ver estos días al Amerigo Vespucci italiano, que es como un barco propio, junto al BAP Unión de Perú, ha recordado ese tradicional ambiente portuario, que antes era cotidiano y se está perdiendo, como tantas cosas. Todo hay que decirlo: si la calle Plocia ya no es lo que era en su ambientación, se debe a que el puerto gaditano cambió sus circunstancias.

En Cádiz gusta mucho un marino. Es de lo que más ha interesado. En realidad, un crucerista gastará más que un guardiamarina, pero el dinero no da la felicidad. Los guardiamarinas han dejado más felicidad en Cádiz, y han puesto cariño, sin entrar en mayores detalles. Son bien recibidos. O no, depende. En los años 60, se montó una enorme trifulca porque unos marinos franceses se propasaron con unas jóvenes gaditanas. Hubo agresiones por los alrededores de San Juan de Dios y se organizó una pelea como si se declarara otra guerra de la Independencia. Fue una excepción. Todavía no se había celebrado ninguna Gran Regata.

Los italianos y los peruanos son muy bien acogidos. Como los mexicanos, cuando vienen; o esos rusos que vendían sus medallas soviéticas. En Cádiz se construyó el Esmeralda chileno, bastante antes del golpe de Pinochet. Esta ciudad siempre ha estado abierta a los mares, incluso después del Tricentenario. Muchos marinos de la Armada española que vinieron a Cádiz destinados se quedaron para siempre. Es una ciudad/ imán, que atrae; y sigue siendo atractiva, a pesar de las ratas y las cucarachas.

Los marinos ya no cubren la carrera del Corpus, ni desfilan con la Custodia. Antes formaban un grupo muy importante en la ciudad. Todavía quedan, a pesar del intento de llevarse casi todo lo de Puntales a La Carraca. Sin embargo, ya no se les ve con uniformes por las calles, excepto ocasionalmente, cuando viene algún buque escuela. Por supuesto, no es lo mismo un guardiamarina de uniforme que un crucerista norteamericano con bermudas y gorrita, por muchos dólares que se gaste. Es una alegría que vengan los buques escuelas.

El concejal Martínez de Pinillos ha invitado a los peruanos para que acudan a la Regata de 2020. En el Ayuntamiento no se han enterado de que vienen cuando les da la gana. En Cádiz se sienten como en su casa.

José Joaquín León