CON la inauguración del Año Jubilar en la Catedral, presidida por el obispo Zornoza, ha comenzado la celebración del 750 aniversario de la diócesis de Cádiz. Tiene un gran significado para los católicos, porque iniciaba el florecimiento de la religión en la ciudad, después de la invasión musulmana y la reconquista del Alfonso X el Sabio. Pero creo que también se debería valorar otro aspecto vital para Cádiz: fue el inicio de su capitalidad. Entonces no existían provincias y el traslado para crear la nueva diócesis se hizo con la oposición de la Archidiócesis de Sevilla, que incluía a todos los territorios liberados de la Baja Andalucía.

Fue a partir de la creación de la diócesis de Cádiz cuando esta ciudad empieza a prosperar y adquirir importancia. Curiosamente, en el siglo XIX era conocida como la diócesis de Cádiz y Algeciras. La denominación de Cádiz y Ceuta (cuya diócesis cumplirá 600 años) se empezó a utilizar en los años de la II República. El territorio que abarca nos parece raro, al no coincidir con la provincia que se creó en el siglo XIX. Para colmo, al crearse la diócesis de Asidonia-Jerez en 1980, la provincia cuenta con dos obispos. El caso más pintoresco es el de El Puerto de Santa María, que tiene las fronteras en el Guadalete, por lo que Valdelagrana es de Cádiz y el casco antiguo o Vistahermosa son de la diócesis de Jerez. Igual que Rota, a pesar de que ven la Catedral de Cádiz justo enfrente de la Bahía.

La primera división eclesiástica no se hizo contra Jerez, sino contra Sevilla (a la que perteneció Jerez durante siglos), lo que explica parte del conflicto, los gustos y las modas. Pero todo eso es anecdótico, si se tiene en cuenta lo principal: con la creación de la diócesis de Cádiz comenzaba el enraizamiento de la religión en la ciudad y la Bahía, pero también su capitalidad económica y política, que se vincularía al comercio americano a partir del siglo XVI.

Aunque sólo fuera por eso, hasta los ateos deberían celebrar este 750 aniversario. La ciudad de Cádiz es inexplicable sin la aportación de la Iglesia, empezando por el paisaje urbano y la cultura, con los monumentos y obras de arte (en la pintura, la escultura o la música), hasta llegar a sus devociones. Ese patrimonio que también está ahí, y que sólo se explica desde la trascendencia de la Iglesia y la fe de los gaditanos.

No se perdió nada con la reconquista. El periodo árabe había sido el peor y el más pobre de la historia de Cádiz desde que llegaron los fenicios. En todos los sentidos, hace 750 años empezaba un tiempo mejor.

José Joaquín León