AL poco tiempo de ser elegido alcalde José María González Santos, en algunos medios de comunicación forasteros del mundo mundial  empezaron a denominar a Cádiz como Kichilandia. Por supuesto, lo hicieron algunos que no habían venido siquiera, por lo que ignoraban el estado de la ciudad. Se dejaron llevar por falsas impresiones, algunas propagadas por el propio alcalde, cuando habló en La Sexta de ese ambiente que convertía a Cádiz en una versión andaluza de Calcuta. O fascinados por aquella foto de Adrián Martínez de Pinillos, en volandas de la Policía, con motivo del desahucio inaugural del cambio. Cosas así, de cara a la galería del coleccionista de sorpresas.

Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, se comprobó que Kichilandia no arrancaba. El Cádiz de hoy no se diferencia del que heredó en casi nada, excepto en que algunas pantallas LED se han ido a pique, por falta de mantenimiento, y otros detalles de abandono. Algunos creían que Kichilandia consistía en izar y arriar banderas en la plaza de Sevilla para montar polémicas, sin entender que eso ya se ha asumido con indiferencia; de manera que a día de hoy puede alternarlas al gusto, sin que nadie se moleste. La colección se ha estancado.

Otros pensaron que Kichilandia sería una nueva forma de vestir. Supongamos que un poco caótica, con oscilaciones entre el traje de Eutimio de luxe o la camisa arrugada en el momento más inoportuno, complementada con vaqueros como de recién venido del campo. Además de una gama intermedia. El vestuario tampoco llama ya la atención, pues se ha entendido que es simplemente casual y aleatorio, de modo que puede ir de ejecutivo maqueado a un club de pesca y con impronta caletera a un acto solemne en el salón de plenos, donde luzcan uniformes de gala los invitados. Se sabe que no lo hace a mala idea, sino que es espontáneo.

Pensar que Kichilandia sería famosa por grandes proyectos, u obras perdurables, es una utopía ya descartada por completo. No se ha visto nada nuevo bajo el sol de Cádiz. Uno de los grandes logros ha sido mantener los chiringuitos abiertos en invierno. Hay otras ideas en curso, como el carril bici, o el chapú del Paseo Marítimo. Proyectos más enjundiosos, como la integración del Puerto en la ciudad, se quedarán para un futuro impreciso. Al igual que las obras de la plaza de Sevilla y las inversiones anexas. También estamos a la espera de que aprueben los exámenes de repesca de la Edusi.

Kichilandia no existe, ni nunca existió. Esto es Cádiz ... y aquí hay que mamar.

José Joaquín León