ANTES o después, votaremos. Pues sí, votaremos, pero no sólo los catalanes, sino todos los españoles. Y hay que tener memoria histórica para no olvidar este día maldito. Rajoy, después de la bochornosa jornada de ayer en Cataluña, dijo que va a convocar a todos los grupos parlamentarios. Se supone que establecerán un modelo de Estado y unos límites infranqueables. Pero es posible que después, en un plazo razonable de tiempo, tengamos unas eldcciones generales. De modo que se pueda escuchar la voz de los españoles. Las ideas del pueblo no se expresan en urnas de plástico, y sin censo, modelo república centroafricana de la selva.

La situación en Cataluña parece tan disparatada como irrecuperable, pues todo lo que sucedió fue tan lamentable como previsible. Al Estado, aplicando el mandamiento judicial, se le complicó el asunto, después de la inhibición de los valientes Mossos que habían abatido a los yihadistas hace menos de dos meses. Mantener la legalidad tuvo el alto precio de unas fotos indeseables. Los independentistas no dudaron en utilizar escudos humanos para obstaculizar a los guardias civiles y policías nacionales en el acceso a los colegios.  Puigdemont consiguió lo que quería: una jornada de supuesto martirologio. El menú era completo, e incluía a ancianitas heridas y niños subidos en tractores como si fueran tanques pacíficos. Además del secuestro de las impresentables urnas, donde había votos desde antes de empezar. Y, para rematarlo, intentaron la suspensión del partido Barcelona-Las Palmas, que se jugó a puerta cerrada “para que el mundo tuviera constancia del sufrimiento de Cataluña”. Después lloró Piqué.

También fue previsible todo lo que ocurrió con los políticos de medio pelo. Miquel Iceta, y sus compañeros del PSC situados en la equidistancia, responsabilizando a partes iguales a Puigdemont (que se pasa por el forro las leyes del Estado de Derecho) y a Rajoy (por ordenar que se cumplan). A pesar de lo cual, los independentistas llamaron fascistas a los del PSC. Pablo Iglesias y sus colegas de Podemos, pidiendo a Pedro Sánchez que le ayude a derrocar a Rajoy, que es lo único que le interesa; y de paso a ponerle la soga al cuello al PSOE, que sería la consecuencia inmediata. Contó con el apoyo del Gran Nicolás Maduro, que criticó la “brutal represión” de Rajoy, olvidando que sus guardias han matado a varias decenas de manifestantes en Venezuela. Ellos son así, unos manipuladores natos.

Por eso, no tengáis miedo, lo mejor es que votemos, y cuanto antes mejor. Es la única forma decente de poner fin a esta pantomima organizada por políticos sin escrúpulos.

José Joaquín León