OTRO amigo (este residente en Cádiz Norte, barrio nazareno de Santa María) me comenta que el problema de Cataluña se ha eternizado porque no se resuelve al modo de las hermandades y cofradías. ¿Y qué tiene que ver la sedición con la procesión? Pues la solución es bien sencilla. Y aunque no se puede poner una vela a Dios y otra al diablo, porque es pecado mortal, me resulta irresistible la tentación de entrar en una comparación tan odiosa. Ya que el camino de la solución se ilumina con cirios. Así he elaborado la siguiente parábola laica y apócrifa:

“La república independiente de Cataluña es como una hermandad levantisca, que se ha saltado las normas de la diócesis de España, y apela a una supuesta legitimidad que se han inventado ellos solos, en un cabildo de hermanos, donde se facultaron a sí mismos para hacer lo que les diera la gana. Su hermano mayor, un tal Puigdemont, dice que el próximo año saldrán en procesión el día que les apetezca, a la hora que estimen oportuna. Y que si no le gusta al tribunal del Consejo de Hermandades, y le ponen policías en la puerta, ellos los frenarán, aunque 90 penitentes resulten heridos leves. Por otra parte, un grupo de cargadores extremistas (dicen que son simpatizantes de la CUP) han llegado a la puerta de la casa de hermandad, y han dado muy sentidos horquillazos, se han sentado en la calle y han puesto una barricada simbólica, además de distraerse con alguna pintada. Dicen que ellos sólo cargarán si se mantiene lo aprobado por la hermandad soberana”.

“El asunto tenía mala pinta. Hasta que el rey de la diócesis ha intervenido en directo,  y ha dado un baculazo de categoría, y ha dicho que “es una deslealtad inadmisible” y que hay que restaurar la legalidad. Así que manos a la obra”. (Fin de la parábola).

La parábola significa que Rajoy se debe comportar como un Alfonso Caravaca de la política. Este problema le duraría a Caravaca menos de dos telediarios de La Secta: suspendería la autonomía de la hermandad de los kofrades de la kale borroka catalana, y nombraría a un Paco Pedreño catalán al frente de la gestora. Hasta que el comisario pacifique el asunto, y pueda convocar nuevas elecciones, y acabar con la sublevación. Y al hermano mayor Puigdemont le caerían varios años de suspensión, y no se podría presentar nunca más a una junta de gobierno, y que le vayan dando, que es gerundio.

A nadie se le ocurriría que unos kofrades fueran a su aire, pasándose todas las normas por el forro del capirote. Así, pues, hay solución. Estamos en el momento baculazo.

José Joaquín León