LA ambientación de la Navidad ha mejorado en la plaza de San Antonio, de Cádiz, y ha sido refrendada por una amplia presencia de público. Punto positivo para el Ayuntamiento. Por el contrario, la iluminación navideña sigue siendo pueblerina, y está a años luz de Málaga y Sevilla. Punto negativo para el Ayuntamiento. En el balance general, se debe apuntar que ha mejorado con respecto al año pasado. Peor era imposible (o casi imposible, nunca se sabe), así que el listón estaba por los suelos. Aprecio que por lo menos lo han intentado, que ya es algo destacable. Les falta creer en la Navidad, y no me refiero sólo a lo religioso, que también.

Véase el caso de la plaza de San Antonio. A nada que se he mejorado la oferta, el público gaditano, ávido de alguna distracción en invierno, ha respondido incluso con desmesura, formando colas a pesar del frío. Es positivo recuperar la pista de hielo para patinar, aunque hay que tener cierta imaginación para ver el hielo. Y el tobogán también estaba a tope. Con atracciones sencillas se llena la plaza. Por el contrario, en años anteriores (incluido el último del PP, que fue chungo en estas cuestiones, curiosamente, en vísperas de elecciones), cuando quedaba desierto el concurso de la pista de hielo, también se desertizaba esta plaza mayor de Cádiz. Con la sola excepción del nacimiento de Juan Zamanillo en la Fundación Cajasol, en el que exponían las figuras napolitanas del gaditano Luis González Rey.

Y refiriéndome a nacimientos, eso también se echa en falta. En Navidad se celebra lo que ya sabemos: el nacimiento del Hijo de Dios. Para los creyentes, y para los no creyentes, se lo crean o no. Con motivo de eso viene todo lo demás. Sin embargo, en los exornos navideños de Cádiz (y de otras ciudades), el mensaje básico brilla por su ausencia. Sólo hay bolas, adornos, si acaso un abeto nórdico, luces (que lo mismo valdrían para esto o lo otro). Recuerdos del frío. En donde los hay, y no están a oscuras.

Por ello, es un acierto que en la Diputación, donde gobierna el PSOE con Irene García, expongan una muestra de 200 belenes americanos de la colección Basanta-Martín. América, un continente donde además de degollar a los indios, los españoles les llevaron una cultura religiosa que desaconsejaba hacer sacrificios con seres humanos auténticos, como era costumbre de algunas tribus. Muchos asumieron la nueva religión, incluso con un arte propio y nativo. Esos belenes americanos confirman la universalidad de la Navidad y su significado, que siempre es pacífico y fraterno.

José Joaquín León