ESTABA esperando el momento oportuno para pedirlo, que es ya: Salvemos a las ninfas. Este Ayuntamiento del cambio se ha creído que el feminismo consiste en el aprendizaje técnico de las habilidades que sugirieron en el Centro del Palillero y en cargarse a las ninfas. Ya lo intentaron el año pasado, por la misma cara, y les salió mal. Esta vez lo están intentando de nuevo, amparados en el silencio oficial, por la vía de los hechos consumados. No han gestionado nada (lo que resulta habitual) y no han convocado el concurso, en el que el año pasado también se vieron dudosas prácticas, aunque más basadas en los juegos infantiles.

Por qué este Ayuntamiento de Unidos y Podemos aspira a la extinción de las ninfas es cosa que no se entiende. Ya forman parte de la tradición de las fiestas. La asociación de ninfas La Piconera, que preside Verónica Otero, defiende lo suyo en plan piconeras de armas tomar, como si el Kichi fuera un francés fanfarrón tirando bombas. Lo lleva claro. O sea, que tienen preparado el arsenal para hacerse los tirabuzones. No será tan fácil acabar con las ninfas gaditanas. A lo que sucedió el año pasado me remito.

La ninfa y la piconera de Cádiz no se pueden perder porque lo diga un comparsista metido a alcalde. Hasta ahí podíamos llegar. El año pasado le echaron las culpas a Adrián Martínez de Pinillos, que no había sido ninfa, ni ninfo, ni nada que se le parezca, ni da el tipo. Por el contrario, ahora le deberían echar también las culpas, en justa igualdad, a su sucesora, la concejala María Romay. Las piconeras ya han recordado que María aspiró a ser ninfa infantil y que su madre fue ninfa auténtica en 1982. Escribo ninfa auténtica porque no me gusta decir ninfa adulta, que suena fatal.

En Cádiz casi todo el mundo tiene un pasado familiar con las ninfas. Yo mismo, por ejemplo, soy padre de ninfa auténtica y tío de diosa infantil. Así que estaría muy mal que María Romay, una hija de ninfa, que fue una ninfa infantil embrionaria, se cargue para siempre a las ninfas. Cuando ella misma daría el tipo mucho mejor que algunas de las que se presentaron el año pasado. Si esa es la frustración traumática que tiene (matar a la ninfa, como si matara a la madre en plan freudiano) lo mejor es que María se autoproclame ninfa de honor y se vista de piconera por derecho. Piconera feminista y empoderada, por supuesto.

Y ese Patronato y esas tropecientas asociaciones, ¿no dicen nada? Así está el Carnaval: se cargan a las ninfas de Cai y se van a cantar al Liceo de Barcelona.

José Joaquín León