EN el acto del Tricentenario del Traslado de la Casa de la Contratación en Sevilla hubo detalles interesantes. El principal fue que se acudió a territorio del antiguo enemigo, que ha olvidado este asunto desde hace mucho tiempo. Si para Cádiz el traslado fue una bendición, para Sevilla resultó traumático, ya que certificaba el declive de la gran urbe en el XVIII, y la hizo más agraria que marítima.
En su conferencia, el director del Archivo de Indias, Manuel Ravina (un gaditano descendiente de familia genovesa, como él mismo recordó), expuso algunas claves que a veces se olvidan. Entre ellas que la flota de Indias salía de Cádiz desde varios años antes del traslado, ya que el puerto fluvial de Sevilla iba a menos por los problemas de acceso en el Guadalquivir. También precisó que lo más importante no era la Casa de la Contratación, sino lo que regulaba: el monopolio del comercio con América. En el siglo XVIII Cádiz administró un monopolio con todas las ventajas. Cuando la Corona decretó el libre comercio, a finales del XVIII, y se permitió comerciar desde otros puertos españoles, empezó el declive.
Todo eso es historia. Pero la realidad de Cádiz es que sólo ha sido una gran ciudad gracias al comercio. Se vio desde que llegaron los fenicios, y alcanzó su momento culminante con el monopolio de América. Los grandes comerciantes ayudaron a levantar la nueva Catedral gaditana, donaron obras de arte para las iglesias y colaboraron para reforzar las murallas que la defendían de los asedios de ingleses y franceses. Murallas que en cualquier lugar civilizado serían patrimonio de la humanidad, con sus castillos y baluartes inclusive. De eso se ha llegado a regatear las luces al pequeño comercio.
La lección a aprender del Tricentenario es que Cádiz sólo puede vivir de lo que ha vivido: el comercio, así como el puerto y los astilleros (que estaban vinculados al comercio). En estos tiempos, se añade el turismo, que también viene por el puerto en buena parte. La idea de potenciar el comercio con América debería ser abanderada por la Zona Franca, en esta nueva etapa que va a comenzar con Alfonso Pozuelo, en vez de mirarse el ombligo, a ver si viene alguien.
Por lo demás, se comprobó que tenemos un Ayuntamiento muy despistado. El proyecto del Tricentenario, como recordó Irene García, lo abandera la Diputación, aunque incluye a todas las administraciones. Por falta de liderazgo del Ayuntamiento, que en el XVIII fue la institución que luchó para convertir a Cádiz en capital del comercio. Ahora menosprecia lo poco que queda.
José Joaquín León